Mariana Enriquez convocó a vivos y a fantasmas
“El realismo no me alcanza para contar esta realidad”
Más de setecientas personas abarrotaron la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario
Mariana Enriquez no se siente una rockstar pero es tratada como tal por sus miles de lectores. A las 13 horas del domingo, en que ingresó al escenario de la Sala Miguel Covarrubias, un grito de euforia invadió al recinto combinado con una ovación intensa.
Ataviada con un vestido beige, la escritora de terror más importante de América Latina saludó a sus fieles lectores con el sobrio gesto de una “bruja gótica”, como la definiera Rosa Beltrán, coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, quien junto con Socorro Venegas, directora general de Publicaciones y Fomento Editorial, charlaron con la escritora y periodista cultural durante una hora.
Comenzaba así una de las jornadas más esperadas de la Fiesta del Libro y la Rosa 2024, un evento que llevó a lectoras y lectores a llegar a las 6:30 a.m. para formarse y garantizar el acceso. Mariana lo consideró una locura, pero su rictus delató un agradecimiento por el esfuerzo.
La escritora argentina es conocida por libros como Los peligros de fumar en la cama (2009) y Las cosas que perdimos en el fuego (2016), con el que ganó el Premi Ciutat de Barcelona 2017. Su novela Nuestra parte de noche (2019) fue galardonada ese mismo año con el Premio Herralde de Novela y el Premio de la Crítica. Acaba de publicar Un lugar soleado para gente sombría.
En coedición con Ediciones Antílope y la Universidad Autónoma de Nuevo León, Libros UNAM reeditó Alguien camina sobre tu tumba, en una versión actualizada a la publicada en 2019. El libro consta de narraciones sobre una de las grandes aficiones de Mariana Enriquez: visitar panteones.
Esta colección de relatos tuvo un origen trágico. Ante un auditorio atento y en silencio, Mariana contó que la madre de una de sus amigas, Martha, fue víctima de la dictadura argentina. Cuando encontraron sus restos, su hija tardó un año en depositarlos en un panteón. Mariana asistió y se dio cuenta de lo que implica que los restos de una persona estén identificados y tengan un lugar de reposo, en una sociedad en la que lo más común era que el cuerpo no tuviera tumba.
“La mayoría de los cuerpos de la dictadura no serán desenterrados. Fueron arrojados al mar”, recuerda Enriquez, quien unas horas antes, en una charla con periodistas, hizo votos porque en América Latina se pueda desarrollar una especie de solidaridad espectral: “Hay países que están enfermos de memoria histórica. Y otros con amnesia histórica. Debemos llegar a un punto neutro, que nos permita convivir con los fantasmas”.
Lectora de Stephen King, consumidora de películas slasher, su adolescencia, ejercida durante el neoliberalismo platense de los 90, estuvo poblada por Freddy Krueger y Twin Peaks.
Mariana encuentra en los crímenes de Estado que dejó la dictadura una declarada perversión estética realizada con cierto goce. Ante hechos como aventar a las personas al mar mientras estaban despiertas, para aterrorizarlas, no dudó en afirmar que hay una preparación estética del crimen.
“El realismo no me alcanza para contar esta realidad”, declaró quien encontró más libertades en la ficción, porque se siente más cercana a Roberto Bolaño que a Gabriel García Márquez, y está feliz de provocar en los lectores “algo enfermizo y malsano”.
“Estoy loca porque estoy premenopáusica –dijo provocando una risa general–, tengo en mi cuerpo una tormenta hormonal”. Precisó que es la segunda, la primera fue la adolescencia, con sus cambios y su irrupción de bultos, que luego tienden a caer. Invasión hormonal que provoca felicidad al despertarse y un llanto inesperado por la noticia de que el tenista Novak Djokovic abandonó un torneo.
“La hormona te pone la mente en cualquier parte –concluyó–. El monstruo sos vos por segunda vez.”