Prevalece una gran desigualdad

El trabajo doméstico debe ser valorado

Si las mujeres renunciaran a él y a los cuidados familiares habría una gran afectación económica y social

Hay que romper con la división del trabajo clásico

¿Qué pasaría si las mujeres renunciaran al trabajo doméstico y a los cuidados familiares, como presunta función natural?, no sólo se desmantelaría el bienestar social, sino que habría una gran afectación al ámbito económico, por lo que estas actividades deben ser valoradas y reconocidas.

Así lo planteó Juana Martínez Reséndiz, urbanista de la UNAM, al dictar la conferencia El Desarrollo Urbano desde el Cuidado, quien dejó en claro que, al visibilizar esta actividad, “empezamos a romper con esa división del trabajo clásico que se planteaba desde el siglo XVIII”.

En la sala virtual del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, Martínez Reséndiz mencionó que la economía de cuidado ha hecho visibles desigualdades de género que inician desde el territorio.

“No sólo ocurre en los niveles social y cultural, sino que esta desigualdad se territorializa, se toca, se observa; por ejemplo, las mujeres durante esta pandemia fueron el sector que se desincorporó al mercado laboral para atender las necesidades del confinamiento, como el cuidado”, dijo.

Los espacios citadinos, continuó, fueron construidos a partir de las necesidades de los hombres, “que salían de casa para obtener recursos y ser proveedores”, por lo que se debe incorporar la categoría de género en el cuidado y desarrollo urbano para hacer ciudades más equitativas.

“La planeación de las ciudades ha sido hecha por hombres. Crearon espacios urbanos que se ajustaban a sus necesidades, lo que refleja y perpetúa las normas patriarcales. Es decir, una sociedad que designaba a los hombres como los que llevaban el pan a casa, y a las mujeres como cuidadoras, relegadas al ámbito del hogar y privadas de los recursos de la tierra”, explicó.

La movilidad, por ejemplo, es también de estos espacios públicos con poca o nula luz, sin baños, inseguros, riesgosos, y esto no pasa únicamente en México, sino en toda América Latina.

Pobreza de tiempo

Según un informe de la ONU-Hábitat, citado por la académica universitaria, Género y la Prosperidad de las Ciudades, se menciona que en las ciudades son las mujeres quienes experimentan pobreza de tiempo, debido a la insuficiencia de servicios urbanos.

Esa “pobreza”, señaló, se refiere a la carencia de tiempo adecuado, de mujeres que laboran en exceso o que no tienen los recursos humanos suficientes para cubrir sus requerimientos de trabajo doméstico, incluido el cuidado de menores.

“Lo anterior, además, tiene como consecuencia la desatención o abandono de otras actividades como el estudio, la convivencia familiar o el tiempo libre en general”, apuntó.

Muchas mujeres, incluso tienen que invertir su dinero en valores básicos, como agua potable, servicios que tendrían que estar ya dotados de una manera más organizada por las mismas autoridades, sobre todo en la periferia de las ciudades.

Por todo ello, invisibilizar a las mujeres ha generado que los entornos urbanos se conviertan tanto en productos como en impulsores de los roles y desigualdades de género propias del patriarcado, donde los espacios laborales quedan separados de las viviendas y se da prioridad a la movilidad de los hombres trabajadores sobre la de las mujeres.

Las mujeres, niñas y las minorías de América Latina y el Caribe viven en ciudades hechas por y para hombres, por lo que, finalizó, aún queda impulsar la planeación y diseño urbano con perspectiva de género y adoptar los principios del diseño universal para promover entornos construidos que cubran las necesidades de todas las personas que los quieran usar, independientemente de la edad, capacidades, etnia, raza, clase, sexualidad e identidad de género.

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