En la actualidad, los homicidios se cometen con mucha frialdad: Elisa Speckman

Ciclo El Historiador frente a la Historia 2023. Historia de las emociones

Foto: Francisco Parra.
En la actualidad, los homicidios se cometen con mucha frialdad; eso nos impresiona a todos. Hay una falta de conexión del asesino con la víctima y con la vida humana, y son crímenes cada vez más exentos de emoción, refirió Elisa Speckman Guerra, directora del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH).

Nuestra concepción del homicidio es muy diferente ahora que antes de 1970. En esa década se dispara tremendamente el índice de asesinatos y “preocupa mucho la violencia con la cual son cometidos”. Hoy, toda apreciación en una sociedad tan violenta y con los índices que se registran de homicidios, feminicidios y muerte cambia y debe ser objeto de estudio, recalcó.

Por supuesto, se puede construir una historia de las emociones, de los valores, de género, tomando como referencia el ámbito penal y sumándolo a muchos otros. Las concepciones de género, las emociones, se notan en la legislación, que las retoma y las refuerza. Ideas, valores emergen en los foros y en los tribunales, sostuvo.

Al participar en el ciclo de conferencias El Historiador frente a la Historia 2023. Historia de las emociones, refirió que voluntad, conciencia y libertad son los tres supuestos que el derecho moderno liberal exige para considerar que una persona es responsable penalmente de sus actos y, por tanto, que puede ser sancionada.

La doctora en Derecho y en Historia, al hablar de Pasiones y crimen (México, siglo XX), recordó que en el Código Penal de 1871 se definió al delito como la infracción voluntaria de una ley penal. “El crimen voluntario y cometido bajo el imperio de la razón es sancionado; el crimen involuntario y cometido desde la sinrazón no se sanciona. Es exculpante de responsabilidad actuar en defensa legítima de la vida propia o de la de otros; es decir, actuar por temor a la muerte, con emoción y no con plena razón, y esto aparece en los códigos desde fines del siglo XIX y hasta el XX”.

Así, los autores de los códigos no consideraron como penalmente responsable al individuo que cometía un delito invadido por un miedo grave o por un temor fundado e irresistible a un mal. En 1929 se especificó que debía tratarse de un mal inminente y grave en la persona propia, pero también en la de ascendientes y descendientes, cónyuge, parientes y personas a las que se estuviera ligado por amor, respeto, gratitud o estrecha amistad; es decir, “se aludía explícitamente al temor y al amor”.

En 1931, el artículo correspondiente subsistió, pero con un breve cambio: los redactores se refirieron a miedo grave, o temor fundado e irresistible, a un mal real grave e inminente en su persona o bienes, o en la persona o bienes de cualquier otro sin limitaciones. Se referían a dos emociones: temor y miedo, y quien actuaba por esas causas no se consideraba responsable; era una causa excluyente.“Quien mataba por esos motivos era absuelto”.

Speckman Guerra señaló que en el trayecto intermedio que va de la razón absoluta, con penalidad absoluta, a la sinrazón y la absolución, “podemos encontrar una serie de matices o soluciones intermedias”. Antes, dentro de las circunstancias atenuantes que ameritaban una reducción de la sanción, los redactores del Código de 1871 privilegiaron la siguiente: hallarse la persona, al delinquir, en estado de ceguedad y arrebato, es decir, preso de la emoción.

En sus estudios, la experta ha explorado en homicidios celebres la expresión de emociones por parte de los procesados o sus defensores, o la alusión de emociones por parte de otros actores, incluyendo la prensa. Entre ellas, la desesperación, sumada a la tristeza, la depresión o la amargura. Se trata de un estado emocional que admiten y expresan únicamente las mujeres. “El desamor provoca en ellas desesperanza; la traición y el abandono generan angustia; ellas no expresan ira o enojo, sino desesperación por la ruptura de la pareja, miedo a la soledad y al abandono”.

A las mujeres se les admite la posibilidad de sentir un miedo que las priva de razón; en tanto, en los hombres ese sentimiento se podía interpretar como debilidad. Ellas y ellos se permitían expresar solamente algunas emociones, y los jueces las tomaban en cuenta según el género, concluyó.

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