En San Ildefonso, magna exposición de Sergio Hernández

Se presenta hasta el 28 de enero de 2024 la exhibición más importante y completa que el artista oaxaqueño ha mostrado en los últimos años

Fotos: Colegio de San Ildefonso y Barry Domínguez.

Cuando pones una gota en el papel aparece el inconsciente.
Sergio Hernández

La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Secretaría de Cultura federal y el Gobierno de la Ciudad de México a través de su Secretaría de Cultura, instituciones mandantes del Colegio de San Ildefonso, con la colaboración del Estudio Sergio Hernández, presentan desde el 11 de agosto de 2023 y hasta el 28 de enero de 2024 la exposición Sergio Hernández, la más completa selección del pintor de origen mixteco, representante esencial de la llamada Escuela oaxaqueña.

La muestra, curada de manera conjunta por el equipo de San Ildefonso y el Estudio Sergio Hernández, está distribuida en 1,103 metros cuadrados en siete salas del Colegio y consta de 143 obras, divididas en cuatro secciones curatoriales: Historia (Presagios y Códices, Benito Juárez, Pinocho y el Axolote, Violencia y Pandemia); Universos (Paisajes Nocturnos y Maderas con hoja de oro); Mitología (Salvaje, Las Ninfas, La Sombra, Los Axolotes, Ardientes y otros) y Naturaleza (Selvas, Botánica, Ballenas y Territorios).

Las obras reunidas en esta exhibición presentan técnicas propias del artista, como madera grabada y arenas sobre lino, además de frescos, óleos, gráfica, técnicas mixtas y plomos, que constituyen decenas de expresiones plásticas cuyas historias abarcan desde los presagios que anunciaron la llegada de extraños venidos del mar a Tenochtitlan y su reinterpretación de códices de la Conquista, hasta grandes tablas, que nos muestran la forma trágica y esperpéntica en que Sergio Hernández representa sus sueños, pesadillas y visiones.

El artista también se reconoce en los mitos que los seres humanos hemos creado a lo largo de la historia para representar tanto la fe como el deseo: monstruos de nuestra razón, selvas alucinantes, acervos entomológicos de la tierra y el subconsciente.

La obra del pintor Sergio Hernández trasciende los procesos creativos, las técnicas, los materiales y los soportes. Como un escritor frente al papel en blanco, el artista también reta la inmensidad del lienzo sin color, una suerte de juego entre el tiempo, el espacio, la fortuna y la voluntad.

El artista conserva la imaginación fértil, así como la ingenuidad y libertad expresiva y las armoniza con técnicas refinadas y un espíritu de constante renovación; el resultado es un lenguaje y estilo inconfundibles, guiado de un fuerte sentido de la composición figurativa. Su obra está vinculada a las tendencias artísticas más innovadoras del arte contemporáneo; en ella se puede encontrar, por lo mismo, la esencia del arte oaxaqueño y sus elementos y valores más profundos.

Matías.

Trayectoria

Sergio Hernández nació en 1957 en Huajuapan de León, en la Sierra Mixteca de Oaxaca en México. Realizó sus estudios en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (1973-1974) y en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda (1975-1981) de Ciudad de México. Posteriormente, hacia 1985, se trasladó a Europa donde se inició en la gráfica dentro del taller parisino de Peter Bramsen. Desde entonces, su producción artística es muy variada y completa, ya que ha incursionado en distintas áreas de la plástica como el grabado, la escultura, la cerámica y, por supuesto, la pintura y el dibujo, convirtiéndose en uno de los artistas más destacados de nuestro país en la actualidad.

Su obra figura dentro de las colecciones permanentes de museos como el de Arte Moderno de Ciudad de México; el de Arte Contemporáneo de Monterrey; el del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca; el de Arte de San Antonio; el Würth, en Künzelau, Alemania; el Laberinto della Masone de Parma, Italia; y el de Arte de San Diego, California, Estados Unidos, entre otros.

Desde la década de los 80 del siglo XX, Sergio Hernández cuenta con una gran cantidad de exposiciones individuales y colectivas, nacionales e internacionales.

Entre sus múltiples distinciones y galardones se encuentran el Premio Internacional René Portocarrero, La Habana, Cuba, 2014; la Cruz Oficial de la Orden de Isabel la Católica, 2006; Beca Creador Artístico del Sistema Nacional de Creadores de Arte, 1994-1997; Mención Honorífica en la III Bienal Iberoamericana del Museo de Arte Carrillo Gil, 1982; Premio del Concurso Nacional para Estudiantes de Artes Plásticas, 1978 y 1980.

Diálogo purépecha.

Sergio Hernández se exhibirá hasta el 28 de enero de 2024, periodo en que convivirá con la arquitectura barroca novohispana de este recinto que celebra la impronta centenaria del muralismo mexicano.

Las actividades de formación y difusión que acompañan la muestra, así como el contenido curatorial y los textos escritos exprofeso para esta muestra por Roger Bartra, Adriana Malvido, Jesús Silva-Herzog Márquez y Eduardo Vázquez Martín se pueden consultar en el micrositio: http://sanildefonso.org.mx/expos/sergiohernandez.

En https://youtu.be/1NEhA-YUUII puede reproducir una entrevista en video sobre la exposición del artista oaxaqueño, realizada por Eduardo Vázquez Martín.

El Colegio de San Ildefonso está en Justo Sierra 16 y San Ildefonso 33, Centro Histórico de Ciudad de México. Horario: martes a domingo de 11 a 17:30 horas. Mayores informes en la página: http://www.sanildefonso.org.mx/visitante/. Síganos en nuestras redes sociales: Twitter: @SanIldefonsoMx | Facebook: @ColegioSanIldefonso | Instagram: @sanildefonsomx | YouTube: @ SanIldefonsoMx | TikTok: @SanIldefonsoMX | Threads: @sanildefonsomx

Admisión general a las muestras temporales: 50 pesos. Estudiantes y maestros con credencial vigente: 25 pesos. La entrada es libre para niños menores de 12 años, adultos mayores con INAPAM, Programa de Membresías de San Ildefonso, Prepa Sí (CdMx) y En contacto contigo (UNAM).

Sergio Hernández nació en 1957 en Huajuapan de León, en la Sierra Mixteca de Oaxaca. De padre ebanista y madre dedicada al cultivo de flores, el artista se formó durante su niñez y adolescencia de manera prácticamente autodidacta, pero pudo realizar estudios profesionales en la Academia de San Carlos y en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado, La Esmeralda. Afirma que su primera influencia artística fue la obra de Rufino Tamayo, el artista oaxaqueño que reconoció que en el arte popular estaban sus raíces, pero también que su obra se alimentaba del encuentro con el arte universal.

Como otros artistas y tantos mixtecos siguió el camino de la migración, mismo que lo llevó de su natal Oaxaca a Ciudad de México y luego a París, donde exploró la expresión figurativa que, desde mediados del siglo XX había emergido en el viejo continente, con especial interés por las obras de Antoni Tàpies, Pierre Alechinsky, Filippo de Pisis y Wifredo Lam. En Francia conoció a Francisco Toledo, quien lo orientó en sus primeros acercamientos al gran arte europeo y con el que coincidió más adelante en la ejemplar defensa del patrimonio artístico y cultural de Oaxaca.

La obra reunida en esta exposición agrupa técnicas diversas, distintos formatos y múltiples relatos: frescos, óleos, gráfica, técnicas mixtas, oros y plomos cuyas temáticas aluden desde los antiguos presagios que anunciaron la llegada de los extraños a Tenochtitlan y los códices de la Conquista, hasta tablas que nos muestran la forma caótica, trágica e incluso esperpéntica, fantasías, sueños, delirios y pesadillas.

La imaginación del artista echa mano de las mitologías y los arquetipos que diversas culturas han creado a lo largo de la historia para representar lo sagrado, lo deseado y lo temido: monstruos de nuestra razón, jardines alucinantes, acervos entomológicos de la biología y el sueño. La imagen de la naturaleza se ve enriquecida por otras presencias: la ballena que sumergida canta y emigra, la mantis religiosa que se congrega en la comunión de las sombras, los cuerpos celestes flotando en el universo y la nervadura de las plantas que imprimen sus tejidos en placas metálicas sometidas a procesos propios de la alquimia, donde la intervención de la lluvia ácida de Ciudad de México hace posible la aparición de un purísimo y venenoso blanco de plomo, en el cual el artista registra inéditas expresiones fósiles; evocación de un mundo natural agredido y adulterado que, sin embargo, pervive.

La presencia de Sergio Hernández en el Colegio de San Ildefonso es también una forma de regreso; cuando era niño sus padres dejaron Oaxaca para buscar una mejor vida en la capital, por lo que la infancia del artista corrió por las calles que rodeaban a la entonces Escuela Nacional Preparatoria: Argentina y Donceles, los mercados de la Merced y el Abelardo Rodríguez, la tlapalería La paleta moderna y el barrio bravo de Tepito. En este nuevo viaje a la ciudad, Hernández regresa cargado del mundo indígena y oaxaqueño del que forma parte, de sus lecturas de los códices antiguos y libros medievales, de las imágenes encontradas en la prosa de Miguel León-Portilla o Roger Bartra, del cuento de Pinocho y el mito de Benito Juárez, así como de la asimilación y enseñanzas de la inmensa pintura que habita museos y templos de Europa, América, Oriente Medio y Lejano. Regresa en plena madurez artística, con sus profundas raíces de árbol milenario de verdes y frondosas ramas que, pendientes de los muchos soles y lunas que han visto aparecer y desaparecer, atesoran la memoria de las nutricias aguas de todos los afluentes de los que ha bebido.

Eduardo Vázquez Martín

Coordinador ejecutivo del Colegio de San Ildefonso

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