Enfrentar el cambio climático requiere poner la vida en el centro

“Es preciso considerar el tema como un asunto de derechos humanos", aseguró Paola Andrea Arias, de la Universidad de Antioquia, Colombia

El cuidado de la biodiversidad es una agenda internacional prioritaria.
Para ofrecer una mirada panorámica del escenario de deterioro ambiental y pérdida de biodiversidad desde la diplomacia de la ciencia de América Latina, el Instituto de Biología (IB) de la UNAM y la Dirección de Relaciones Internacionales de la Universidad de Antioquia, Colombia, clausuraron el Aula de Aprendizaje Binacional “Biodiversidad y Diplomacia en la Ciencia”.

Organizado por la Cátedra Unesco de Diplomacia y Patrimonio de la Ciencia de la UNAM, el evento en línea, que constó de cinco módulos, tuvo una participación de 474 profesores, investigadores y estudiantes de diversas ramas del conocimiento: 253 de Colombia y 172 de México, además de algunos de Argentina, Perú, Venezuela, Guatemala, El Salvador, Honduras, Estados Unidos y Alemania.

Durante la clausura de los trabajos, la directora del IB, Susana Magallón Puebla, dijo que el evento impulsa una comunión interdisciplinaria. “Es a través de la colaboración académica internacional y, en particular la que impulsamos con América Latina, que las reflexiones universitarias, científicas y críticas adquieren un valor regional”, señaló.

Mencionó que, a través del conocimiento al servicio de la diplomacia del siglo XXI, la UNAM toma en serio los retos del presente y la responsabilidad global ante el desequilibrio ambiental. “Nuestros países albergan una vasta diversidad biótica, compartimos intereses e ideales, y estoy segura de que suscribimos la importancia de tomar en nuestras manos el destino de nuestra riqueza biótica desde una perspectiva sensible, científica y de alcance planetario”.

Comentó que hoy más que nunca, el deterioro ambiental exige de la comunidad científica no sólo generar conocimiento, sino promover entendimiento entre los pueblos del mundo. “Hemos dado un paso importante hacia una diplomacia de la ciencia más fuerte y crítica desde América Latina”.

En su oportunidad, Parsifal Islas Morales, coordinador general de la Cátedra Unesco de Diplomacia y Patrimonio de la Ciencia, comentó que ésta tiene el objetivo de promover la participación de los países en esa nueva área del conocimiento.

Consideró que este primer evento tuvo un éxito contundente, con la participación de más de 400 personas interesadas en el continente, en temas de la interfaz entre biodiversidad y diplomacia de la ciencia.

Necesaria, la corresponsabilidad mundial

En la presentación electrónica del Aula de Aprendizaje, se explica que, para los países del sur global, el cuidado de la biodiversidad es una agenda internacional prioritaria, pues más del 70 % de la diversidad biológica y el capital natural se concentra en esta región del mundo. América Latina es depositaria de grandes ecosistemas transfronterizos como el Amazonas y por ello la llamada diplomacia ambiental implica la única vía multilateral para poder asegurar y proteger los recursos naturales; promoviendo procesos de paz y gobernanza en el territorio, pero también con el fin de exigir una corresponsabilidad sobre los efectos del cambio climático a las naciones del norte.

Tras la ceremonia de clausura, se realizó a distancia el Módulo 5, el cual fue moderado por Marcela Garcés Valderrama, directora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Antioquia, y realizado en el Aula de Aprendizaje Bilateral, dedicada al tema Tratados Internacionales.

En este marco, Paola Andrea Arias Gómez, profesora de la Escuela Ambiental de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia, Colombia, dijo que, si bien han existido en las últimas décadas esfuerzos diplomáticos internacionales como el vigente Acuerdo de París, lo cierto es que las emisiones de gases de efecto invernadero no se han detenido.

Tras hacer un recuento de los principales acuerdos internacionales, la ingeniera geóloga habló del caso del exitoso Protocolo de Montreal, firmado por 46 países en 1987, que tuvo como objetivo proteger la capa de ozono de la atmósfera mediante la toma de medidas para controlar la producción mundial y el consumo de sustancias que la agotan, asunto que se logró.

Mencionó la creación positiva, en 1988, del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) para contar con evaluaciones integrales al estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta.

Menos positivo, en 1997, se firmó el Protocolo de Kioto, pero entró en vigor hasta 2005. Fue creado para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que causan el calentamiento global, lo cual no se ha logrado.

Más tarde, en 2015 se signó el Acuerdo de París, que entró en vigor en 2016 como un tratado internacional sobre el cambio climático, cuya ventaja es que es jurídicamente vinculante. Sin embargo, sus objetivos de limitar el aumento de la temperatura a dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales, no superar la cuota de 1.5 grados al final de este siglo y alcanzar la neutralidad climática en 2050 se ven aún como metas lejanas.

“El cambio climático es un problema estructural, civilizatorio. No es sólo reducir emisiones, la causa está anclada en la estructura de la humanidad, con la inequidad”, consideró.

Arias Gómez consideró que para enfrentar el cambio climático “la vida debe estar en el centro” y se requiere considerar el tema como un asunto de derechos humanos.

En su oportunidad, Ernesto Carmona Gómez, director de Cambio Climático de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), consideró que continúan las pugnas diplomáticas del Acuerdo de París sobre qué países tienen mayor responsabilidad en las emisiones. “Aunque se reportan algunas acciones, se sigue deteriorando el planeta por el cambio climático”, resaltó.

El experto en Relaciones Internacionales destacó que en las recientes reuniones diplomáticas del tema hay una fuerte presencia de industrias como la petrolera y de empresas trasnacionales que realizan profundo cabildeo para eludir responsabilidades.

Cuestionó que en el Acuerdo de París las iniciativas para impulsar las energías renovables corren el riesgo de prolongar la dependencia tecnológica y esto representa dificultades de adaptación de los países pequeños.

El experto se pronunció por considerar desde América Latina nuestros conocimientos regionales. “Tenemos saberes ancestrales, ambientales y culturales que hay que incorporar a la diplomacia”, recomendó.

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