Estanislao, una pesadilla familiar

El largometraje del realizador Alejandro Guzmán compite en Ahora México de la décimo primera edición de FICUNAM

Un “arte horror en blanco y negro” titulado Estanislao busca junto a otras diéz producciones mexicanas el Puma de Plata en la décimoo primera edición del Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM),

La película es descrita en el catálogo del festival como un “misterioso y melancólico, este arte-horror en blanco y negro traza el regreso de Mateo a la fábrica de ropa en ruinas de su familia, después de la muerte de su madre. Las cosas van de mal en peor a medida que Mateo intenta sin éxito mantener su matrimonio unido, encontrar un trabajo, y finalmente lidiar con su peligroso hermano Estanislao, un gigante medio hombre, medio pájaro monstruo que vive en una celda cerrada al final del pasillo. Un thriller de ensueño oscuro, bellamente filmado y cómico que va más allá del realismo mágico y se convierte en un surrealismo sombrío”.

Antes del estreno del largometraje en FICUNAM, su director Alejandro Guzmán abordó cómo se dio la colaboración con la guionista Itzel Lara, las figuras “mexicanas” que aparecen en la historia y cómo el relato mutó motivado por la realidad alrededor de la producción de Estanislao

Gaceta UNAM (GU): ¿Cómo nació la película?

Alejandro Guzmán (AG): Itzel y yo venimos de Distancias cortas, donde ella es la escritora y yo, el director. Después de esa experiencia me quedaron muchas ganas de trabajar con ella. Le propuse algo nuevo, partir de cero, porque la experiencia con Distancias… fue que Itzel trabajó el guión en un taller, lo escribió en solitario. Yo aparecí después, estaba buscando qué filmar y coincidimos.

Estanislao se antojaba para partir de cero, sin tener nada alrededor hacer una colaboración. Yo tenía muchas ganas como director hacer una película de monstruos. Me encanta el género. Ese fue el punto de partida, no teníamos ninguna preocupación moral o un gran tema. Simplemente, nos gustaban los monstruos.

También era muy importante para mí un cómic que se llama Ombligo sin fondo, que es un drama familiar donde en esta familia con padres en proceso de divorcio había un hijo con apariencia de rana, como sapo. A nadie le importaba su apariencia, estaba muy bien integrado. Pesaba más el melodrama, la separación de la pareja y qué sucedería con todos. Me gustaba esa cruza, no es un monstruo que va espanta y como niños, sino que está integrado a la familia. Es un miembro más.

Partimos de eso e Itzel hizo una primera propuesta con un monstruo similar, era otra cosa completamente distinta. Estanislao era un monstruo que estaba cambiando, tenía una metamorfosis que él no entendía, su padre y madre no sabían cómo manejarlo. Ésa era la historia.

Entonces apareció Guillermo del Toro con La forma del agua, nos dimos cuenta que nuestros monstruos eran parecidos. Decidimos cambiar la jugada. Ya no nos sentíamos identificados con la historia de alguien en su casa y que va cambiando, era una metáfora de enfermedad. No nos sentíamos identificados, así que cambiamos de monstruo tres o cuatro veces. Nos empezó a comer el tiempo porque estaba por iniciar la filmación, así que llegamos a la historia que se quedó en la película –con la cual me siento más identificado–: un hombre que regresa a la Ciudad de México porque se le murió la madre.

Para mí, es una pesadilla recurrente, no porque la sueñe sino son cosas que me dan miedo. Yo vivo en la Ciudad de México y mis padres en otro lugar, que te hablen por teléfono para decirte que uno de tus padres murió, que debes regresar rápido a arreglar los asuntos pendientes. Tanto prácticos como los que tienes con la familia que sobrevive. De ahí nació Estanislao, junto a otras cosas relacionadas con las relaciones familiares.

GU: No es una película de terror, pero tiene algunos elementos clásicos. Ya mencionabas al hombre que debe regresar a enfrentar el linaje familiar.

Alejandro Guzmán: Es la gran metáfora para mí de Estanislao. No sé qué tan consciente era, siempre quise eso. Todos los monstruos representan de alguna manera una metáfora, si Godzilla representa la bomba atómica, La Mosca, de David Cronenberg, representaba la enfermedad, o Alien, el octavo pasajero una violación. Para mí Estanislao, guardando proporciones con estas grandes películas, es eso justamente: la familia y lo que no quieres enfrentar.

Es como un capítulo incompleto, abierto con tus familiares. Envejeces y no acabas de cerrar, pero la vida te empuja a ello. Tienes que resolver, cerrar, concluir. Para muchos eso es algo aterrador.

GU: Eso se mezcla con algunas figuras representativas del cine mexicano clásico: padres borrachos, madres abnegadas, hijos incapaces de tener relaciones sanas.

Alejandro Guzmán: Estamos en el contexto nacional, personal, es el pan de todos los días en nuestra sociedad. No sé si en Finlandia tengan los mismos problemas, tal vez sí, pero cargados a su contexto.

Cada uno tiene sus propios fantasmas y monstruos, aquí hay mucho contexto de la típica familia mexicana. La figura de Estanislao representa todo este asunto con el que siempre estás peleado, con el que no puedes ponerte de acuerdo en nada. Todo eso está detrás de la película.

GU: Hay acercamiento estético al monstruo, aunque imagino fue una decisión práctica también. El monstruo se presenta de a poco.

Alejandro Guzmán: Es una herencia del cine que yo vi de niño, donde prácticamente el monstruo se muestra al final. Dígamos que en cuestiones prácticas, cuando planteamos hacer una película con un monstruo hubo ideas y propuestas revoloteando alrededor.

Una de las cosas que a mí me molestan de los monstruos actuales es lo digital, hay un abuso de lo digital. Sobre todo en el sentido de que, me pasa, de repente los ves y ya no crees nada. Son muy ágiles, brincan, saltan, se vuelven una caricatura. No te los compras del todo, siendo un viejo como soy me gustan más las marionetas y los monstruos clásicos de los 70 y 80.

Aquí el reto fue inventar un monstruo muy artesanal, que lo pudiéramos hacer con pocas cosas y bajo presupuesto, no teníamos mucho dinero. Que conservara el impacto de un monstruo de película, que la gente lo pudiera comprar, verlo y decir: ¡esto es un monstruo! A pesar de que está hecho de trapos. Tenía que ver con una cuestión más teatral, dónde tomas una cosa y la conviertes en otra, sólo por el hecho de tratarla así.

El cine funciona de otra manera, porque es otra su naturaleza, es fotográfico. Lo que ves tienes que creerlo porque sino deja de serlo. Era un reto interesante. El monstruo pasó por varias etapas. De un hombre rana fue un insecto –ése murió pronto–, luego un hombre que comía cabello y posteriormente Estanislao.

Nació un poco de que al principio el papá era sastre, la familia se dedicaba a zurcir y hacer vestidos. Esto evolucionó hasta que pasó a ser dueño de una fábrica de telas. La naturaleza de la producción fue decir “esto tenemos, para esto alcanza y con eso va a salir una película”. Se tuvieron que modificar cosas en ese sentido, el monstruo tenía que tomar en su naturaleza esos cambios, ahí se crió –en la fábrica–, era más lógico ser un monstruo de pedacería, retazo, tela de la fábrica. Este hermano de una manera extraña, ¿un loco, un deforme? Nunca lo sabremos del todo, es parte de su misterio.

En Distancias cortas, el trabajo fue más clásico. Teníamos un guión y la realidad, entonces transformas la realidad para adecuarla al guión. Tenemos un personaje, Feredico, que pesa 200 kilos, buscamos a un actor que pudiera interpretarlo porque sufre de obesidad mórbida o le fabricamos un traje. Empezamos a mover y remover la realidad para que la representación sea lo más fiel y posible.

Con Estanislao, fue al revés. La realidad era tan amplia, tan grande que no podíamos modificarla. Adaptamos lo escrito a la realidad. Estanislao originalmente acontencía en una casa, como una casa vieja de la Colonia Juárez, la típica casa de las películas de terror de los años 40-50. Las locaciones que encontramos eran muy caras, la filmación se volvía muy complicada o estaban vacías y no alcanzaba para vestirlas. Mientras buscamos locación, apareció la fábrica de telas y cuando la vi nos pareció increíble, era un set ya construído, listo para ser explotado por quien quisiera.

Se nos hizo fácil trasladar a los personajes a la fábrica, que fuera su casa. Ahí va a vivir Estanislao. Eso le aporta otra lectura al guión de Itzel, de ese tipo de ejemplos está llena la película. Fue trabajar como un pintor, tienes un cuadro, tomas tu material y lo trabajas, si no te gusta lo borras e inicias otra cosa. Suena interesante, pero fue demandante. Era como donar a un todo salvaje todo el tiempo, la realidad siempre es más grande y va cambiando. Tienes que darle forma porque sino sale cualquier cosa.

Sacamos muchas cosas del guión de Itzel porque en la edición no jalaban. Ahí construyes otra historia. Son muy interesantes las tres etapas con las que se construye una película, la historia se transforma cada vez que pasas de una a otra. Estanislao no es una película experimental, pero es experimental para mí como director. Tuve que entrar al proceso desde otro lado, fue más enriquecedor.

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