Hace 150 años murió Charles Dickens

Entre abril de 1836 y noviembre de 1837 se publicó por entregas, en el suplemento Evening Chronicle, del periódico londinense The Morning Chronicle, la primera novela de Charles Dickens: Los papeles póstumos del Club Pickwick.

El éxito fue absoluto. Cada mes, miles y miles de lectores que no podían darse el lujo de comprar un libro esperaban con ansias la aparición de un nuevo capítulo. Y Dickens, en esa época un joven de tan sólo 24 años, satisfacía con creces dicha espera.

Este fenómeno, similar en no pocos aspectos al de las telenovelas y series de televisión actuales, hizo ver a los dueños de los periódicos las grandes ventajas que suponía publicar una novela por entregas: los costos eran baratos y el número de lectores se incrementaba de manera casi exponencial; y, por lo que se refiere a Dickens, lo volvió tan famoso y admirado como lo puede ser hoy en día una estrella de rock.

Nacido el 7 de febrero de 1812 en Portsmouth, en el seno de una familia de escasos recursos, Dickens tuvo, de acuerdo con el escritor español Miguel Delibes, “tres virtudes esenciales que revelan al novelista de raza: agudeza para ahondar en el alma humana, facultad de desdoblamiento (es Dickens, seguramente, uno de los novelistas de todos los tiempos que más rica y variada galería de tipos humanos nos ha legado) y un personal sentido de la ambientación que hace que una página de este autor sea fácilmente identificable por un lector de mínima cultura.”

En 1856, gracias al dinero que le dejaban sus escritos, Dickens pudo comprar Gads Hill Place. Esta magnífica casa de campo edificada en 1780 en Higham, Kent, significaba mucho para el escritor inglés, pues de niño había caminado por sus cercanías e imaginado que algún día podría habitarla. Allí recibió la visita de escritores tan renombrados como Henry Wadsworth Longfellow, Wilkie Collins y Hans Christian Andersen.

El 9 de junio de 1865, cuando Dickens regresaba de Francia, a donde había ido para encontrarse con su amante, la actriz Nelly Ternan, el tren en que viajaba sufrió un accidente en Staplehurst, Kent: varios vagones se descarrilaron y cayeron de un puente en reparación, pero no el que lo llevaba.

Luego de ayudar a los heridos y dar consuelo a los moribundos, Dickens recordó que había dejado en su vagón el manuscrito de su novela Nuestro amigo mutuo y regresó por él. Esta escalofriante experiencia la retomaría para escribir uno de sus mejores relatos, “El guardavía”.

Coincidentemente, otro 9 de junio, pero de 1870, Dickens murió como consecuencia de haber sufrido un derrame cerebral el día anterior. Su cortejo fúnebre fue acompañado por una enorme multitud de londinenses.

Una versión dice que él había pedido que se le enterrara sin ostentaciones en la catedral de Rochester; cierta o no, se decidió que su última morada fuera el llamado “Rincón de los Poetas” de la abadía de Westminster, donde también reposan los restos de Geoffrey Chaucer, John Dryden y Georg Friedrich Händel, entre otros.

Dickens es autor de otras novelas como Oliver Twist, David Copperfield, Casa desolada, Tiempos difíciles, Historia de dos ciudades, Grandes esperanzas…, así como de otros relatos como Cuento de Navidad, Las campanas, El grillo del hogar, La batalla de la vida, El hechizado

En buena parte de su obra se encargó de denunciar, con una mezcla de humor y ternura, los abusos, las humillaciones y las condiciones miserables en que sobrevivían las clases bajas de la sociedad victoriana.

Una frase entresacada de Grandes esperanzas dice: “En el pequeño mundo en que los niños viven, sea quien sea la persona que los cría, no hay nada que se perciba con tanta delicadeza y se sienta tanto como una injusticia”.

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