Universitario y exdirector de Arquitectura

Ingresó Felipe Leal a El Colegio Nacional

Su lección de apertura, sobre las ciudades del siglo XXI: Las Huellas de la Memoria y los Pasos al Devenir

Las ciudades del siglo XXI enfrentan desafíos ambientales, económicos y sociales. La crisis sanitaria presente ha incidido en la necesidad de repensar el modelo de ciudad como un lugar con calidad de vida, con mayor seguridad y que apueste por la proximidad, por un uso y disfrute de espacios públicos cada vez más vegetados y dotada de una movilidad sostenible, afirmó Felipe Leal Fernández, integrante y exdirector de la Facultad de Arquitectura (FA), al ingresar como miembro de El Colegio Nacional.

En su lección inaugural, Las Huellas de la Memoria y los Pasos al Devenir, el universitario añadió que adaptar la ciudad a los nuevos requerimientos que implica la pandemia no será fácil. Este reto entraña crear espacios libres de contagio, fomentar el comercio y actividades básicas de proximidad (la llamada área del kilómetro, donde deben existir los servicios esenciales al alcance de los vecinos), “un modelo dinámico y multifuncional respecto a la escala humana y capaz de proporcionar un equilibrio entre los barrios”.

En este sentido, dijo ante Julio Frenk, presidente en turno de la máxima cátedra de México, han aparecido conceptos como el de “economía circular” o el de “ciudad de los 15 minutos”, propuestas que consisten en movernos menos para vivir mejor y contar con ofertas de servicios, educación y trabajo a no más de 15 minutos de traslado, aclaró el especialista.

Estamos frente a un cambio profundo para decidir cómo habitar la ciudad que nos espera; no basta con pensar, hay que actuar ante este desafío, proponiendo modelos de habitabilidad menos tóxica, donde la higiene resulte una premisa para la totalidad de los espacios construidos, sostuvo.

La reflexión fundamental que debe acompañar a la arquitectura durante este convulsionado siglo XXI es su relación con la naturaleza. Los temas ambientales deben ocupar buena parte del tiempo dedicado a su concepción, no sólo como requisito, sino de forma integral, asumiendo una nueva actitud frente al medio ambiente y al potencial de la riqueza natural.

Foto: Benjamín Chaires.

Obras del espíritu

En el Aula Mayor de El Colegio Nacional expuso que la arquitectura es una portentosa huella de la memoria: se apodera del espacio, lo limita, lo cerca, lo encierra; tiene el privilegio de crear lugares mágicos, “obras del espíritu, diría Le Corbusier”.

Se trata, agregó, de un hecho cultural, una de las disciplinas más complejas de la creación humana, debido al conjunto de conocimientos, saberes y sensibilidades que se requieren para su realización. Es una de las manifestaciones más evidentes para conocer y acercarse al entendimiento de las civilizaciones, y una prueba fehaciente de la memoria material de los pueblos.

Luego de mencionar que desde pequeño el ambiente y aroma urbano lo atraparon, y que su padre lo acostumbró a recorrer la urbe sin prejuicio ni estigma alguno por sus barrios y villas, ofreció un tributo a quienes “me enseñaron a ver la arquitectura y a entender esta ciudad, desde la literatura, la vida cotidiana, el cine y la academia”, entre ellos, a Efraín Huerta, Octavio Paz y Mario Pani.

Asimismo, confesó que echa de menos a su amigo Teodoro González de León, “de quien aprendí mucho, sobre todo de arte, arquitectura y de la importancia de esta ciudad; extraño sus apasionadas conversaciones y agudo pensamiento. Hoy me corresponde, con inmenso honor, representar a la arquitectura con la dignidad que se merece” en El Colegio Nacional.

También reconoció la huella del pensamiento humanista de uno de sus mentores, Max Cetto, su maestro y tutor en el seminario de tesis, y a sus colegas profesores, alumnos y la comunidad de la UNAM, a quienes “debo el derrotero de conducirme hacia una visión interdisciplinaria de mi quehacer”.

Al responder la lección inaugural, el escritor Juan Villoro citó que sólo tres arquitectos han formado parte de esta institución: José Villagrán García, Teodoro González de León y, desde ahora, Felipe Leal.

La arquitectura es para el universitario un arte compartido; revisa con idéntica pasión las obras clásicas y los logros de sus contemporáneos, y encomia la destreza de los herreros, los carpinteros y los albañiles mexicanos, la legión cubierta de polvo rara vez celebrada que nos salva de vivir a la intemperie. “No es exagerado decir que en nombre de Felipe Leal, un gremio ingresa con nosotros”.

Nacido en 1956, el arquitecto se ha declarado habitante de dos ciudades, la de México y la UNAM; en 1976 ingresó a la FA y en sentido estricto no ha egresado de ahí, pues buena parte de su vida transcurre en esas aulas. Además, su impulso fue decisivo para que el campus de Ciudad Universitaria fuera declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

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