Los libros siempre han estado en peligro, incluso hoy en las democracias

La causa está muy lejos de estar perdida, afirmó la filóloga y escritora española en la Biblioteca Central

Foto: Juan Antonio López.
Entre el jardín, la terraza y los repositorios de la que llamó la “biblioteca más hermosa del mundo”, o “un canto de esperanza”, la escritora y filóloga española Irene Vallejo Moreu irrumpió el silencio lector y afirmó que “la misión del libro no ha terminado”.

“La historia del libro registrada también por los mismos reconoce que han ido del saqueo a la destrucción, y a la concentración; ahora intentan llegar a todas las direcciones, por lo que hay que defenderlos ante este apocalipsis que tratan de imponerles. Porque hay quienes dicen que no hay lectores, que es el final de una era, cuando hoy más que nunca tenemos en el mundo los más grandes índices de alfabetización.”

En el conversatorio “Irene Vallejo en la Biblioteca Central de la UNAM”, junto a Elsa Margarita Ramírez Leyva, titular de la Dirección General de Bibliotecas y Servicios Digitales de Información de la Universidad Nacional, y David García Pérez, director del Instituto de Investigaciones Filológicas, la autora de la laureada obra El infinito en un junco llamó a negarnos a aceptar el pesimismo de la desaparición del libro.

Somos muchos, consideró, que estamos dispuestos a no dejarlo morir, incluso resaltó: “habrá personas, en un caso hipotético de que se exterminaran, que se los aprendería de memoria. La causa está muy lejos de estar perdida, hay que continuar, seguir adelante y sentirnos herederos de esta aventura milenaria”.

Desde la Sala de Literatura de la Biblioteca Central, Irene Vallejo platicó ante decenas de asistentes su gratitud y admiración por la UNAM: “Tengo temblor y emoción profunda por estar aquí, es conmovedor como española mirar las raíces extirpadas del exilio que germinó aquí gracias a la creatividad mexicana”.

Me encanta, continuó, “cómo se moldea la luz en esta biblioteca, cómo la tamiza; es como un códice, como si estuviéramos dentro de un libro que es el mejor lugar para hablar de él”.

Ahí, con una sonrisa indeleble, la galardonada con el Premio Nacional de Ensayo de España 2020 afirmó que el conocimiento y el libro tienen mucho que ver con el placer.

“Me enamoré de los libros y la literatura antes de saber leer y escribir, cuando me relataban cuentos en mi casa. Tuve la suerte de tener narradores orales con sentido rítmico del lenguaje, con pausas, dilaciones, como todo un ritual.”

Por ello, “puedo afirmar, que los libros no han matado la oralidad, ahí están los pódcast, las notas de voz de los móviles; es decir, la tecnología ha sido una aliada para salvar la oralidad”, agregó.

“No hay que olvidar, que seguramente las primeras narradoras en el planeta pudieron ser mujeres, porque siempre se han realizado metáforas relativas con el acto de tejer-escribir: decimos, se pierde el hilo, saca hebra… es decir, las palabras saltaron de los dedos a la narración.”

Poderoso, pero en riesgo

Al responder algunas preguntas formuladas por Elsa Margarita Ramírez Leyva y David García Pérez, Irene Vallejo reafirmó el poderío vigente del libro, por ello, continuó: “se ha buscado en diferentes épocas controlar las obras que existen y quienes las leen: marcar su perímetro de influencia”.

“Los libros siempre han estado en peligro, hoy incluso, aun en las democracias”, destacó. Lo que debemos entender es que son un derecho al futuro. Que el mundo pueda conocer el pasado y la historia es revolucionaria siempre.

Ante todo ello, Vallejo Moreu dejó en claro que el mundo florece en las bibliotecas, porque hace entender el planeta en que vivimos. “Los faraones construían pirámides para resguardar la memoria; ahora los gobernantes democráticos construyen bibliotecas, por lo que asumimos que estas son un templo democrático por excelencia”.

No sólo son importantes los libros como artilugios, sino la memoria está en juego, por ello, abundó, los griegos sabían que la madre de las musas era la memoria.

Para resaltar la importancia de los acervos, Irene Vallejo ejemplificó los casos de los escritores Ray Bradbury y de José Saramago. “Ambos amaron las bibliotecas, en el caso del segundo nadie en su familia poseía libros, y gracias a estos recintos leyó y se convirtió en escritor: las bibliotecas cambiaron su vida, y sus libros transformaron la nuestra”.

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