Los paleosuelos, pergaminos de los paisajes antiguos

Contienen información de los primeros pobladores de América, de las culturas prehispánicas y de la afectación de suelos antiguos por la actividad humana.

Los paleosuelos son como un pergamino donde se puede leer la evolución de los suelos antiguos, el cambio del paisaje y del ambiente, la afectación causada por la actividad del hombre, así como la cultura e historia de sus pobladores.

La doctora Elizabeth Solleiro, investigadora de la UNAM, ha escudriñado y analizado, en colaboración con arqueólogos mexicanos, los suelos donde se asentaron los primeros pobladores de México, así como los cuicuilcas, los teotihuacanos y los mayas

La playa que no es

—¿Que ha leído en esos pergaminos la investigadora del Instituto de Geología?

En La Playa, ubicada al norte Sonora, hacia la región de Caborca, donde hay registros de los primeros pobladores de América, “quisimos hacer un vínculo entre grupos humanos y poblamiento y condiciones ambientales durante ese poblamiento”.

La zona donde está “La playa que no es playa” se ubica fuera de lo que es Mesoamérica y se conoce como Oasismérica. En el sitio hay algunas evidencias de los primeros pobladores (pertenecientes a la cultura Clovis), pero sobre todo de grupos más jóvenes que se dedicaban a la agricultura, sobre todo cultivo de maíz, al tallado de conchas, huesos y piedras, así como a la producción de cerámica.

La Playa es un abanico aluvial que baja de la Sierra de Boquillas. Ahí hay abundantes vestigios arqueológicos, no solo evidencias de actividades agrícolas. Es impresionante: hay muchos hornos.

“Toda la zona está llena de rocas quemadas” , que son acumulaciones en forma redonda que señalan la ubicación de los hornos. Hay también como un cementerio, con muchos entierros. “Impresiona la cantidad de montículos y de piedras quemadas”.

También esos grupos agrícolas de América (fases San Pedro y Ciénega) trabajaban la concha. La traía desde la costa de Sonora y la transformaban en diferentes piezas de ornamentas.

Cambio de paisaje

En Cuicuilco, el asentamiento humano más antiguo de la CDMX (800 años a C a 250 d C), “gracias al desarrollo de los suelos”, Solleiro pudo saber “un poco de la historia ambiental del sur de la cuenca de México.

Al datar con Carbono 14 materia orgánica contenida en suelo que estaba debajo de la lava, pudo saber que el clima en esa región era similar al de la época actual, aunque con la erupción del Xitle el paisaje “cambió absolutamente”.

A diferencia del caluroso y desértico paisaje de Sonora, “es un clima más templado, más húmedo y con una fuerte influencia de los materiales volcánicos por las frecuentes erupciones que han afectado a toda la cuenca de México”.

El análisis de los suelos (tipo Andosol, que son los desarrollados sobre cenizas volcánicas que se encuentran frecuentemente en toda la sierra del Chichinautzin), indica que las actividades productivas de los cuicuilcas eran la caza, la pesca y la recolección, así como la agricultura.

Al comparar los suelos con los materiales de construcción del gran basamento circular (primera gran estructura de piedra de Mesoamérica), en especifico el altar que se localiza ahí, hecho de tierra, “supimos de donde tomaron cada uno de los elementos que lo constituyen. Por ejemplo, los suelos están formados por horizontes o capas. Es así como comparando los materiales de los horizontes de suelo con los del altar, identificamos qué capa había sido usado para la construcción”.

Teotihuacanos no ecológicos

En Teotihuacán (floreció en los siglos I-VII d C), sepultado a entre 25 centímetros, en algunos sitios y más de dos metros bajo la superficie, en otros, Solleiro encontró el suelo que los teotihuacanos habían pisado, habitado, utilizado, cultivado y modificado. “Es un suelo de color muy negro”.

En el laboratorio, Solleiro reconstruye la historia de ese suelo encontrado debajo de sedimentos y de las construcciones teotihuacanas. El análisis de “sus propiedades nos indican que se formó en un clima similar al qué hay hoy en Teotihuacán”. En contraste, antes del Holoceno, hace más de 10,000 años los suelos señalan la existencia de clima más húmedo que el actual.

Solleiro supo también que ese suelo fue intensamente cultivado y en consecuencia modificado: fue regado, le agregaron algunos fertilizantes naturales (lodo de río para aumentar su fertilidad) y, al igual que en Cuicuilco, lo utilizaron para sus construcciones.

Muchas de las modificaciones que sufrió el suelo fue por la intensa explotación del recurso, que causó una erosión mayor y una degradación del ambiente en Teotihuacán. Así que, sostiene Solleiro, los teotihuacanos no eran “súper ecológicos como se pensaba”.

—¿Esa degradación motivó el abandono de Teotihuacan?

La hipótesis de principio fue que el cambio climático había llevado a ese abandono; sin embargo, que “nosotros no encontráramos evidencia en los suelos” no significa que en el futuro se descubran indicadores de “un cambio ambiental fuerte en la zona”.

El abandono de Teotihuacán, que no fue total (se deshabitó la ciudad principal pero se quedó gente viviendo en la zona ), fue por múltiples causas. Una de ellas fue la agricultura intensiva en terrazas artificiales (milpas donde se cultiva maíz, frijol, calabaza) para satisfacer la gran demanda de alimentos de la población (se estima unas 125 mil personas) y que provocó la degradación del ambiente.

También se deforestaron y se erosionaron los suelos de los cerros aledaños. Se cortaron los árboles para contar con madera como combustible, para preparar cal (70 mil toneladas de madera) y edificar su ciudad.

Se fabricaba mucha cerámica, que requería madera como combustible y barro, procedente de los suelos de Teotihuacán. Todas las pirámides están hechas con materiales de su entorno natural. De ahí que la construcción haya llevado a la explotación desmedida de los recursos.

Un millón 955 mil metros cúbicos de materiales (tezontle, suelos, madera…) fueron extraídos para la construcción de las pirámides principales: las del Sol y la Luna (Barba, 1995)

Luego, después de la Conquista, los españoles provocaron mayor degradación del ambiente y erosión del suelo por “el montón de animales” que introdujeron ahí como ganado.

Cultivos en maceta

Solleiro, con un grupo de arqueólogos de la Universidad de California, EU y del Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM, estudio también dos zonas mayas: una en la Península de Yucatán, donde “hay una plataforma calcárea”, y la otra en la zona del río Usumacinta.

A Solleiro le impresionó que los mayas pudieran alimentar a su población con un tipo de agricultura su generis ya que el suelo yucateco, con muchas fracturas, es muy delgadito y con rocas calcáreas que parecen queso gruyere, “llenas de hoyos”.

¿Cómo es —se pregunta Solleiro— que hace 2000 años se pudieron tener cultivos en suelos con un espesor de unos 10-20 centímetros? Los antiguos mayas desarrollaron una agricultura intensiva. Cultivaban en una especie de macetas. Utilizaron las pequeñas acumulaciones de suelo, delgadas, entre las piedras, para sembrar.

Diego de Landa, en su Relación de las cosas de Yucatán relata como él se sorprendió de que había cultivos entre las lajas de piedra. Es decir: la agricultura maya en la Península de Yucatán estaba basada en “siembra en maceta. Pero en macetas naturales”, dice Solleiro.

En cambio, la zona del Usumacinta, completamente diferente a la región yucateca, tiene sedimentos aluviales que transporta el río. El tipo de suelo, encontrado en diferentes registros, le dijo a Solleiro que había diferencia entre el ambiente de los mayas del Preclásico (vivieron ahí hace tres mil años) y los mayas “más famosos”, los del periodo Clásico (de hace unos dos mil años).

Los mayas del Preclásico habitaban un suelo muy similar al de Teotihuacán. Ese suelo, llamado Vertisol, se forma en climas estacionales, con un periodo de sequía muy fuerte (nueve meses) y una temporada de lluvia corta (tres meses).

El suelo de los mayas del Clásico tenía “un menor grado de desarrollo”, con una degradación debida a “una intensificación en su uso”.

A diferencia, los suelos actuales de la zona del Usumacinta son consecuencia de un clima mucho más húmedo, dice la investigadora universitaria

—¿Cuál es la importancia de estudiar los paleosuelos? Nos permite conocer nuestra historia: cómo ha evolucionado el ser humano a través del tiempo, cómo ha sido su relación con la naturaleza, pero también cómo “nuestras actividades degradan la naturaleza”. Además, cómo ha cambiado el clima, si éste ha tenido un efecto en la evolución de los grupos humanos y viceversa: qué tanto el humano ha tenido impacto en el cambio climático.

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