¿Por qué tan rápido una vacuna anti COVID y en 40 años ninguna para el VIH?

Desde la aparición del VIH en 1981, científicos de todo el mundo han intentado desarrollar una vacuna contra la enfermedad, pero sin éxito, a pesar de la inversión económica dedicada a la investigación.

Roberto Vázquez Campuzano, de la Facultad de Medicina (FacMed), señala que además de la velocidad con la que muta, el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) infecta linfocitos T, la base de nuestra respuesta inmune. Estos son dos de los problemas más importantes por los que no se ha podido desarrollar una vacuna contra el VIH, y asegura que ésta será una herramienta más en la lucha contra este virus.

Los primeros casos del VIH fueron detectados en 1981 en las ciudades de Nueva York y Los Angeles, en Estados Unidos. Desde entonces, según el estudio Eliminating HIV/AIDS disparities in US communities of colour, más de “32.7 millones de personas han muerto a causa de la enfermedad en todo el mundo y hoy, 38 millones de personas viven con ella”.

Desde la aparición del VIH, científicos de todo el mundo han intentado desarrollar una vacuna contra la enfermedad, pero sin éxito, a pesar de la inversión económica dedicada a la investigación. El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida, ONUSIDA, calcula que cada año se dedican “aproximadamente mil millones de dólares a la investigación y el desarrollo” de dicha vacuna.

En el 2009, por ejemplo, investigadores de Tailandia anunciaron el desarrollo de un tratamiento que reducía el riesgo de infección del VIH en más de 31%. No obstante, sólo era efectiva contra la cepa de VIH común en Tailandia por lo que fue descartada para ser producida de manera masiva.

¿Por qué ha tardado tanto?

Ante el pronto desarrollo de una vacuna contra el SARS-CoV-2, el virus causante de la Covid-19, más de uno alrededor del mundo se ha preguntado por qué no se ha conseguido lo mismo para detener la propagación del virus de la inmunodeficiencia humana.

La respuesta, de acuerdo al Dr. Vázquez Campuzano, está en las diferencias entre ambos virus: “el SARS-CoV-2 es un virus que muta, pero lo hace muy despacio. Sus polimerasas –las enzimas que se encargan de copiar su material genético– producen mutaciones en el virus pero son muy lentas. Se producen poco a poco a lo largo del tiempo. El Sars-Cov2 se adaptó a los humanos de alguna especie animal que todavía no se identifica en un periodo muy corto. Esto hace que este virus sea más fácil de identificar y poder hacer la secuenciación, tener el conocimiento de toda su estructura y proceso de replicación”.

No es la única herramienta de prevención

El próximo desarrollo de una vacuna es uno de tantos mecanismos de control con los que contamos. “Claro, siempre será mejor la prevención, seguir las indicaciones. Se han creado nuevos medicamentos que han permitido que la enfermedad haya pasado de ser mortal a ser crónica con cura funcional. Esto significa que las personas que viven con VIH y que toman sus medicamentos antirretrovirales puedan llevar una vida relativamente similar a la del resto de las personas. No tienen que cuidarse de otras cosas, esos medicamentos han ayudado mucho”.

El investigador subrayó que debemos “estar preparados, que todo lo que nos ha pasado en el último año nos haga reflexionar y estar conscientes de las medidas de protección, que son las medidas básicas que se han utilizado desde tiempos remotos para controlar enfermedades”.

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