Pueblos originarios, una cultura viva en México

Los pueblos indígenas viven un momento de reivindicación histórica. Su cultura es tan valiosa como cualquier otra y el hecho que formen parte de las políticas públicas para algunos gobiernos, los legitima y les permite resurgir con más fuerza

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Los miembros de un pueblo originario se identifican como tales por su lengua, su indumentaria y sus rasgos físicos, sin embargo en algún momento de la historia, precisamente sus facciones los hicieron sentir inferiores a los blancos.

Ignorados por mucho tiempo, hoy los indígenas viven su propio despertar a un mundo que aun cuando en ocasiones pueda resultar hostil, también los hace partícipes activos de las realidades en las regiones que habitan. Con una mirada personal, Enrique Francisco Antonio, director de la única escuela normal bilingüe intercultural en el estado de Oaxaca y profesor del posgrado de Pedagogía en la UNAM, describe sin eufemismos la controversia que existe hoy alrededor de los pueblos originarios, especialmente en ámbitos académicos desde una lógica occidental.

“En el instante que el invasor nos estigmatizó, nos han señalado llamándonos indios; el término peyorativo indio fue impuesto como forma de discriminación y menosprecio frente a otros seres humanos, que equivocadamente afirman tener en sus manos una única verdad”. Después, con el devenir histórico, antropólogos, lingüistas, sociólogos e intelectuales, se preocuparon por estudiar la cultura indígena y según su criterio volvieron a estigmatizarlos, imponiendo la categoría grupos étnicos para referirse a los pueblos originarios.

En Oaxaca conviven hoy dieciséis lenguas indígenas, cada una con sus múltiples variantes dialécticas. La lengua indígena es concebida como un medio de enseñanza, una forma indispensable de comunicación entre los pueblos y un excelente método de aprendizaje.

Desde su esencia misma, cuando nos referimos a los pueblos originarios hablamos de una cultura de pertenencia. Como tal, tiene una historicidad que la antecede, ha creado sus propios simbolismos y prácticas sociales mediante usos y costumbres, así se constituyen los pueblos que se articulan entre sí a través de su lengua. Resulta indispensable en la transmisión de conocimientos, prácticas y formas de entender el mundo que rodea a los pueblos originarios. A partir de la oralidad se materializa ese mundo objetivado, construido a lo largo del devenir histórico de la humanidad en la cultura indígena.

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La Madre Tierra, un símbolo poderoso

Existe un estrecho vínculo de estas comunidades con la vida natural, pues no conciben el mundo sin tomar en cuenta a la madre tierra, por la que sienten veneración y respeto. Al respecto el profesor Antonio asegura: “Para nosotros la madre tierra es fundamental porque nos da de comer, nos ha parido, de ella hemos brotado y al final del día es nuestro punto de llegada”. La relación de los pueblos originarios con la tierra también es espiritual e involucra varios rituales, por ejemplo al momento de sembrar la milpa o construir una casa, piden su permiso como una especie de bendición hacia el futuro.

Un suceso trascendental para los indígenas.

Repasando la historia de los movimientos sociales en México, Antonio observa un punto de inflexión que permitió la irrupción de los pueblos originarios: El levantamiento zapatista de 1994. Ese hecho histórico significó un parte aguas para las comunidades indígenas, pues lograron hacer escuchar su voz no sólo en México sino en muchos lugares del mundo. Tras la revuelta, una reforma constitucional permitió reconocer su cultura, valorar su idiosincrasia y legitimar sus propias autonomías al interior de las comunidades. Enrique Francisco Antonio, entonces militante activo del Congreso Nacional Indigenista, explica que antes del levantamiento armado y con la entrada en vigor del tratado de libre comercio, el estado mexicano encabezado por el presidente Carlos Salinas de Gortari, intentó sin éxito hacer desaparecer a los aborígenes. El discurso oficial aseguraba que en México ya no había grupos étnicos, los indígenas ya no formaban parte del país y por lo tanto México entraría a un mundo de desarrollo económico global sin retraso alguno.

Un tiempo de reivindicación.

El auge de movimientos sociales en Bolivia, Perú y Brasil entre otros países de Latinoamérica, posibilitó reformas estructurales que invitan a repensar las categorías, los modelos de economía y desarrollo en cada uno de los países donde habitan pueblos originarios. El investigador lo ilustra de esta manera: “No ha sido gratis que hoy los gobiernos llamados de izquierda y considerados más democráticos, estén apostando varias de sus acciones hacia los pueblos originarios y los utilicen como una bandera política”. No obstante tampoco descarta que sean solo paliativos, pues en la realidad cotidiana la relación que se establece entre el estado, la sociedad mayoritaria y los pueblos originarios, sigue siendo asimétrica en todos los sentidos. Desde esta perspectiva, el profesor Antonio se pregunta: ¿Porqué los pueblos originarios subsisten todavía hoy, pese a los embates que han sufrido? Las comunidades indígenas fueron un blanco constante de afrentas económicas, militares, políticas y religiosas, cuyo objetivo era menoscabarlas hasta acabar con esa cultura milenaria.

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Tradiciones que perduran en la actualidad.

La fuerza de los pueblos originarios se evidencia hoy mediante aquellas tradiciones heredadas, que permanecen intactas y forman parte de nuestra cultura popular: Una de las grandes tradiciones milenarias es el profundo respeto y la veneración hacia la Madre Tierra, el hecho de que existan lugares sagrados donde pedir y orar, es un simbolismo que no tiene ninguna otra cultura en el mundo. El valor supremo que los aborígenes otorgan a la muerte, es una tradición icónica en la cultura del pueblo mexicano.
El especialista explica que la muerte significa una conexión con otro mundo, al que los difuntos llevarán sus pertenencias pues mantienen la creencia de que donde vayan las van a necesitar. La lengua y la comida son también tradiciones que trascendieron al tiempo, hoy miles de personas en México hablan lenguas indígenas y en sus casas no faltan las deliciosas tortillas de maíz.

El contador de los días.

Es una figura emblemática para los integrantes de un pueblo originario, pues desde el instante mismo de su nacimiento, cada persona es llevada con el contador de los días para conocer qué le tiene reservado el destino. Caracterizado como una especie de oráculo que se encarga de leer el tiempo valiéndose del maíz, “el señor” detalla en qué condiciones nace una persona, cómo vivirá en el mundo cuando crezca, qué habilidades será capaz de desarrollar y cómo será su comportamiento a lo largo de su vida.

“Quienes auguran nuestra extinción, están errados”.

Para el profesor Enrique Francisco Antonio, los pueblos originarios viven un momento de reivindicación histórica. La cultura indígena es tan valiosa como cualquier otro conocimiento del mundo, el hecho de que hoy los pueblos originarios formen parte de las políticas públicas para algunos gobiernos, los legitima dentro de la coyuntura y les permite resurgir con más fuerza.

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