Resistencia sonora: ecos musicales de la protesta en 1968

Judith Reyes y Los Nakos, un recuerdo sostenido en el tiempo

La música es elemento inseparable de la protesta social. Son bien recordadas las canciones en contra de la Guerra de Vietnam por parte de músicos como Bob Dylan y Johnny Cash. La historia mexicana no es ajena a este fenómeno, menos cuando se habla de un parteaguas político, social y cultural como lo fue el Movimiento Estudiantil de 1968.

La conversación Memorias de Agosto: ¡Que Empiece la Música! El 68 entre Judith Reyes y Los Nakos buscó rescatar aquellos temas emblemáticos que han sido silenciados ya sea por la censura oficial o por el tiempo. En el panel digital debatieron Ismael Colmenares Maylo, sociólogo y miembro fundador de Los Nakos; Jorge Velasco, etnólogo y bajista de músicos como Óscar Chávez; Liliana García, antropóloga y experta en historia oral, y como moderador Ricardo Cardona, editor del Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), institución que organizó el encuentro.

En la década de 1960, las listas de popularidad en México eran encabezadas por artistas como Angélica María y otros proyectos que surgieron directamente de los medios de comunicación. El estallido social de los estudiantes obligó a cobijar sus ideas en nuevas canciones, más cercanas a la crítica que al consumo masivo. De este modo, y enriqueciéndose de géneros como el folk y el rocanrol, las y los manifestantes del 68 hallaron eco en las notas musicales.

Con sabor a historia

Una de las principales figuras, lastimosamente olvidada, fue la compositora Judith Reyes. Liliana García recuerda la música de esta artista como “canciones con sabor a historia”. Reyes llevaba desde la década de los 50 en la industria musical. En esos años se empezó a interesar en las revueltas sociales, principalmente las lideradas por movimientos campesinos. No era para menos, Judith Reyes vivió en la adolescencia la precariedad del norte del país en su natal Tamaulipas.

Su carrera musical la inició en el género ranchero, donde encontró un espacio de expresión importante. No obstante, su inquietud social era mayor al éxito que ya tenía: de este modo, abandonó el camino del enriquecimiento comercial y abrazó los retumbos de la sociedad mexicana.

La identidad sonora de Judith Reyes no se distanciaba de lo conocido en la música ranchera y tradicional. Mantuvo esas bases, pero modificó la lírica. La literatura de Reyes era trascendental, transparente con respecto al hecho que plasmaba en su canción. De este modo, analiza Jorge Velasco, resignificó la imagen del músico, ya que no era un ente fuera de su contexto, sino era parte activa de su sociedad y sus injusticias.

Era tal la presencia de Judith Reyes que sus canciones eran coreadas en las movilizaciones del 68 y en años posteriores, aun cuando el disco donde fueron compiladas no saldría sino hasta 1974.

Unificación

Jorge Velasco examinó que el papel vital de la música se centraba en la unificación. El 68 matizó diversos modos de pensar: desde el comunismo hasta el guevarismo. La música, entonces, desdibujaba las diferencias para apuntar a una meta común: la utopía. Esta, señaló, no era una sociedad irreal, sino el concepto de poder modificar la nación desde cero.

La música tiene tanto poder porque metacomunica, explicó Velasco. Las canciones, primero, hacen un contacto con la parte racional, ya que entendemos lo que oímos. Pero, al mismo tiempo, se despierta la parte sensorial y emocional, lo que nos hace vincularnos de otro modo.

Para finalizar la conversación, Liliana García presentó Alas para un canto libre un tributo a las canciones de Judith Reyes en voces actuales. Esto no hace más que recordar que la música de protesta está vigente.

El ciclo Memorias de Agosto continuará todos los jueves del mes a las 18 horas con conversaciones en las que se analizarán distintos aspectos del Movimiento Estudiantil del 68. Las transmisiones son en la página de Facebook del CCUT.

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