¿Debe replantearse la Agenda 2030?

Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, impulsados por la ONU y 193 países en 2015, no llegarán a sus metas en la fecha acordada; sólo el 12 % avanza de manera adecuada y alrededor del 30 % se ha estancado o retrocedido

Fue en septiembre del 2015 cuando 193 países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acordaron, después de tres días de discusión en la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible de Nueva York, impulsar una agenda internacional –expresada a través de 17 objetivos– que permitiera mejorar la vida de las personas más pobres del mundo para el año 2030 y, de paso, mejorar el estado de salud del planeta.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como se les conoció después del acuerdo, contenidos en las 169 metas especificadas en la Agenda 2030 marcaron una hoja de ruta que buscaba principalmente poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el orbe, así como acabar con el hambre y lograr la seguridad alimentaria promoviendo la agricultura sostenible; además, ampliar los servicios educativos, la igualdad de género y el acceso a agua potable y servicios básicos de saneamiento; también se impulsaba el crecimiento económico de todos los países involucrados, así como la conservación del medio ambiente, combatir el cambio climático y energía limpia para cada habitante de la Tierra.

No obstante las buenas intenciones, parece que la Agenda 2030 está lejos de alcanzar sus metas y, en algunos casos, éstas han retrocedido sus planteamientos iniciales. Una investigación reciente de la revista especializada Nature (https://shorturl.at/gvy45) argumenta que “cuando se trata del progreso hacia los objetivos y sus 169 metas vinculadas, el balance es sombrío. En los primeros años después de 2015, el mundo avanzaba poco a poco: la mortalidad infantil y la pobreza extrema estaban disminuyendo, por ejemplo, y el acceso a la electricidad estaba aumentando. Pero los cambios geopolíticos, la pandemia de la Covid-19, la fuerza inexpugnable del cambio climático y la guerra en Ucrania han socavado la mayoría de los logros”.

El artículo titulado “The world’s goals to save humanity are hugely ambitious, but they are still the best option” (Los objetivos del mundo para salvar a la humanidad son enormemente ambiciosos, pero siguen siendo la mejor opción), en el que participaron cerca de una centena de científicos y especialistas en políticas públicas de diferentes disciplinas, apunta:

“Es probable que sólo alrededor del 12 % de los objetivos se cumplan antes de la fecha límite, y en alrededor del 30 % el progreso se ha estancado o ha retrocedido. Se estima que en 2030, 575 millones de personas seguirán viviendo en la pobreza extrema. Para entonces, es probable que el mundo también haya incumplido el objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5 ° C con respecto a las temperaturas preindustriales, que se acordó en la Cumbre Climática de París de 2015. Y si seguimos la trayectoria actual, las brechas de género y la discriminación no se eliminarán hasta dentro de 286 años.”

Su concreción, una tarea pendiente

Ante la situación, António Guterres, secretario general de la ONU, propuso frente a la asamblea general (https://news.un.org/es/story/2023/10/1524607) una renovación del contrato social que enfatice la necesidad de transformar los mecanismos de gobernanza global para satisfacer las necesidades del mundo actual.

“Nuestra agenda común exige una renovación del contrato social, anclado en los derechos humanos y basado en la Agenda 2030 y los ODS. Ésta es esencialmente la acción de los gobiernos de cada país, pero estamos listos y estamos ayudando a los gobiernos a fortalecer el contrato social y restaurar la confianza mediante las acciones que estamos tomando para aumentar la capacidad del sector público; crear empleos decentes en las economías verdes y digitales; eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas, y desarrollar infraestructuras digitales comunes, y más.”

¿Qué sucedió?

Al ser cuestionado sobre la posibilidad de que los ODS no se cumplan para el 2030, José Manuel Saniger Blesa, secretario de Investigación y Desarrollo de la Coordinación de la Investigación Científica (CIC) de la UNAM y encargado de coordinar el capítulo mexicano de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible apuntó que una de las principales razones del retroceso puede relacionarse con la pandemia generada por la aparición de la Covid-19.

“Se estaban cubriendo parcialmente las metas, no a la velocidad que se pensaba, pero se iba avanzando, y ahí nos sorprendió un gran evento, imprevisto, que fue la pandemia. Ésta supuso una paralización en distintos ámbitos, especialmente el social y el económico, y con la percepción de que nos había alcanzado ya una crisis que debía de atenderse de forma inmediata, la urgencia por cumplir las metas de los ODS quedó relegada”, explicó Saniger Blesa y agregó:

“Justamente, esa crisis que se nos vino encima tiene sus raíces en el deterioro de la sostenibilidad global, pero lo inmediato era atender la pandemia y nos olvidamos de sus causas. Un par de años después, se va saliendo finalmente de la etapa más crítica de dicho suceso, y a los países más afectados les toca enfrentar el problema económico derivado del fuerte apoyo financiero que demandaron diferentes sectores sociales con motivo del mismo: nuevamente el tema de atención a los ODS va quedando en segundo término.”

Adicionalmente, señaló el especialista, “luego viene en el 2022 la invasión de Rusia a Ucrania con los importantes problemas geopolíticos derivados, a los que se suman la fuerte incertidumbre sobre el aseguramiento de los suministros de energía y de alimentos en amplias zonas de Europa, países del norte de África y de otras partes del mundo. A esta complejidad se suman las disputas hegemónicas entre China y Estados Unidos, la crisis de las cadenas de suministro de productos estratégicos y las disputas por definir las áreas hegemónicas de cada quien. Todo esto trastocó completamente el panorama de mayor estabilidad que favorecía los acuerdos multilaterales entre el 2012-2015, cuando se fueron definiendo los ODS, y el resultado fue que la urgencia por atender los Objetivos de Desarrollo Sostenible quedó en un segundo plano”.

A nivel climático, las cosas no marchan mejor. Para Francisco Estrada Porrúa, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC), “hace 15 años se presentaban los escenarios de los modelos de clima, qué podría pasar en las próximas décadas, y le pegabas un susto a todo el mundo que lo escuchaba. Ahora el problema es que ese susto nos lo está mostrando la vida diaria; sentimos lo que significa el cambio climático en términos de impacto en sistemas naturales y humanos: ondas de calor muy persistentes; temperaturas, precipitaciones e inundaciones muy extremas. Lo estamos viendo día a día”.

Estrada explica que los ODS buscaban abordar los problemas de manera integral, ya que para mejorar un área es necesario enriquecer a las otras, y si una falla, todas se ven afectadas. “Se necesita entender mejor los procesos, problemas e impactos para los tomadores de decisiones. Con los ODS falta investigación sobre cómo están interrelacionados los objetivos, cómo se vincula la erradicación del hambre con el cambio climático, la energía con el funcionamiento de las ciudades. Todo eso hay que entenderlo y comprender cómo se mueve si se aplica una política, cómo impacta en el clima, la pobreza, la alimentación y así entre cada una de ellas. No ha habido suficientes recursos en el mundo para una investigación que nos permita comprender mejor las interrelaciones entre el Desarrollo Sostenible”.

Esfuerzo relevante

“En mi apreciación general significa uno de los esfuerzos más relevantes que Naciones Unidas ha emprendido y que debe sostenerse en lo que resta de la presente década e ir más allá”. Así lo aseguró Enrique Provencio, coordinador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo, y, por ello, propone, su posible fracaso “hay que verlo con mucha preocupación y, sobre todo, como un signo de que los grandes Objetivos del Desarrollo Sostenible no están recibiendo la prioridad que se merecen y que los órdenes económico internacional y multilateral a través del Sistema de las Naciones Unidas está fallando; esto en sí mismo es muy preocupante”. Y subrayó: “haríamos mal en posponer el problema para después de 2030, haríamos mal en tirar la toalla de los ODS. Hay que centrarlos. Sin embargo, se necesitará trabajar para el nuevo esquema posterior al 2030. En México aún tenemos oportunidad de que en los próximos siete años revisemos lo que estamos haciendo en aquellas metas en las que no estamos teniendo progreso suficiente. Hay que pensar tarde o temprano qué sigue después de 2030. Creo que lo urgente ahora es pensar qué podemos hacer los próximos seis o siete años para lograr que se cumplan la mayor parte de las metas posibles aquí en el país”.

Con esta idea coincide José Manuel Saniger Blesa, aunque advirtió que ese replanteamiento debe venir acompañado de una fuerte inversión económica que sustente el impulso, o éste volverá a quedarse corto frente a los objetivos:

“Estas crisis que hemos tenido han generado un recorte de los apoyos financieros y cumplir con los ODS requiere un aporte financiero muy importante por parte de los Estados, especialmente de los de mayores ingresos. Entonces, por mucha voluntad con que contemos –que sí se tiene y que se puede amplificar a partir de una amplia motivación social– si no hay un mínimo de aporte financiero por parte de los Estados más comprometidos con los ODS, pues este relanzamiento no se dará”.

La pandemia por la Covid-19 y la invasión de Rusia a Ucrania, dos factores que influyeron para que no se cumpla.

Por su parte, Edgar Leyva, secretario técnico de la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible en México, llamó a no “caer en el fatalismo de que si no llegamos a los 2030 habrá un mundo totalmente devastado, pero sí estamos perdiendo la última oportunidad para mantener los niveles de vida que tenemos hoy día. Las implicaciones sociales, económicas y ambientales no están separadas, sino entrelazadas, y es nuestra última oportunidad. Será más complicado poder relanzar después del 2030 todas estas acciones.”

Leyva agregó que las universidades desempeñan un papel clave en conseguir una mejora; sin embargo, no pueden hacerlo solas; el gobierno y las empresas privadas deben colaborar “No es muy claro todavía que realmente se estén apoyando los ODS, además se deben evitar prácticas de greenwashing, en las que alguien reporta que está trabajando por la sostenibilidad y realmente no lo está haciendo; incluso se llevan a cabo actividades que retardan más la implementación. Sumaría que la fortaleza de los objetivos se instrumenta con financiamiento y acciones concretas. Esto aplica para todos los sectores: gobierno, empresas privadas y también las universidades”.

Enrique Provencio finalizó haciendo un llamado a todos los actores involucrados: “Me parece que México puede participar más activamente en conseguir que el gran acuerdo de Naciones Unidas después de 2030 se centre en el derecho al desarrollo, una convención internacional que tenga instrumentos más prácticos para conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible a futuro. Para 2030 hay varios objetivos que se complicarán, entre ellos los de cambio climático, pero también los de seguridad alimentaria. Creo que nuestro país debe mandar una señal más clara para que el mundo acuerde una convención sobre el derecho al desarrollo; esto no existe en la actualidad, y en ese marco seguir trabajando alrededor de los principales objetivos, sobre todo los que queden incumplidos”.

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