Día de Muertos, una fiesta para evangelizar

Fue instituido por Odilon abad de Cluny hace mil 20 años

El Día de Muertos ¿es sincretismo o mescolanza? He ahí la cuestión.

Hoy, para Israel Álvarez Moctezuma, académico de la UNAM, es un producto de la mercadotecnia turística del Estado mexicano y de sus dependencias culturales, que promueven la identidad mexicana a partir de eslóganes que pregonan: “es una de las tradiciones más representativas que conmemoramos en México”.

Pero no siempre fue así. Al menos no en el Nuevo Mundo, asegura Álvarez Moctezuma, maestro en historia por la Facultad de Filosofía y Letras. Ni en Mesoamérica ni en la zona andina prehispánica había una celebración particular de Día de Muertos. “No hay evidencia de ello”.

Como otras festividades del santoral, fue más que una ocurrencia. El noble francés Odilon, abad de Cluny, en el año 998 instituyó el 2 de noviembre como el “Día de los difuntos”.

Foto: Erik Hubbard.

Odilon incorporó así al calendario cristiano antiguas festividades celtas y germanas que activaban mitos antiguos donde los seres de otro mundo tenían permiso de visitar a los vivos.

“Las intenciones evangelizadores eran más que evidentes”, apunta Álvarez Moctezuma, coordinador del Seminario Interdisciplinario de Estudios Medievales.

Convencieras, las autoridades eclesiásticas no tuvieron reparo en sustituir fiestas agrícolas paganas y hacerlas coincidir con las fiestas de los Santos, “esos muertos especiales”.

El halloween anglosajón, el samahín celta y los lares latinos fueron incorporados dentro un ciclo de fiestas que iban del 31 de octubre al 11 de noviembre en el marco mayor de celebraciones litúrgicas anuales, en donde los disfraces, las comidas votivas, los altares y ofrendas de muertos, las danzas y procesiones, formaban parte medular de un carnaval de otoño en donde el ánimo luctuoso era más bien de jolgorio y borrachera.

Foto: Erik Hubbard.

Cuando ocurrió la conquista y la colonización del Nuevo Mundo, la sociedad europea cargaba ya con varios siglos de fiestas de muertos. Sin embargo, dice Álvarez Moctezuma, será durante los siglos XVI y en especial en el XVII cuando la muerte se vuelve un motivo central de la cultura barroca, tanto de la culta como de la popular, en el mundo hispánico

La fiesta de muertos —agrega el académico universitario— será utilizada por los frailes de la evangelización como un elemento más para incorporar a las sociedades indígenas a la cristiandad.

Luego la fiesta de muertos en México “se vuelve una fiesta indígena, pero colonial, no prehispánica.

“Alfeñiques gallegos, panes de muerto (que existen por lo menos en diferentes regiones de Italia, España, Alemania, Austria y Suiza), velas, flores, adornos de papel, comidas campesinas en los cementerios parroquiales, se incorporan al día de muertos colonial, construyendo una imaginería que podemos llamar sin tapujos mezcolanza (de elementos europeos medievales y barrocos e indígenas), y no un sincretismo —por lo demás, un concepto caro de los letrados del régimen priista, como Octavio Paz y Carlos Fuentes—, sino como una estrategia de los sectores subalternos para sobrevivir ante el embate de imposición cultural imperial”.

Elsa Malvido, dice Álvarez Moctezuma, demostró cómo el estado mexicano posrevolucionario, en especial el del cardenismo, arrancó a la iglesia el día de muertos para constituirla en la fiesta mexicana–indígena por antonomasia.

Foto: Erik Hubbard.

No fue complicado: oriundo de Michoacan, al general Lázaro Cárdenas le resultaba intensamente atractivo expropiar los sensuales y coloridos altares de muertos de la región de los lagos purépechas para difundirlos por todo lo alto y capitalizar la fiesta de día de muertos como expresión máxima de la mexicanidad, imponiendo una estética que todos nosotros tenemos muy presentes.

Macario, la película de Roberto Gavaldón (1960), será un hito en la construcción de esta estética oficial del Día de Muertos.

Y será, puntualiza Álvarez Moctezuma, el indigenismo y el nacionalismo postrevolucionario del siglo XX mexicano con su publicidad oficial, quienes retomarán las tradiciones indígenas y campesinas y las promoverán diciendo que eran prehispánicas y milenarias.