El ayer y el hoy de las prácticas agrícolas ancestrales

Estos sistemas de producción pueden recuperar la utilidad que tuvieron en el México mesoamericano, señaló Yolanda García González

Foto: Francisco Parra.

Agroecosistemas como la chinampa y la milpa, herencia indígena milenaria de agricultura sostenible, continúan vivos y modificándose, como ocurre con la cultura en general; no pueden mantenerse estáticas, pues en cada momento de la historia se tienen necesidades diversas, indicó Yolanda García González, docente de la licenciatura de Gastronomía y Ciencia de los Alimentos del Centro de Estudios Superiores San Ángel.

Al dictar la conferencia El ayer y el hoy de las prácticas agrícolas ancestrales: la milpa y la chinampa, dijo que a lo largo de la historia estos sistemas de cultivo han traído consigo la base de nuestra alimentación, cuyos productos siguen presentes hasta nuestros días y los hemos ligado al proceso fisiológico del ecosistema y de identidad.

En el marco del Seminario Permanente en Agricultura, Alimentación y Sostenibilidad del Programa Universitario de Alimentación Sostenible de la UNAM, explicó que ambos sistemas de producción agrícola indígenas son fuente de conocimiento, los utilicemos o no. “Como citadinos nos ayudaría a comprender la historia de nuestra ciudad, aunque también son espacios que son objeto de muchos prejuicios por cuestiones del uso de agua contaminada para los cultivos; esas son montañas rusas que aparecen en la historia de la humanidad”.

En la actualidad se han puesto de moda estos sistemas de producción, tendencia que nos lleva a caer en el peligro de considerar que aquello que estamos consumiendo no esté tan acondicionado para nuestro organismo; pero si conocemos cómo funcionan y de dónde provienen, podríamos hacer a un lado muchos estigmas hacia estos modos de producción y tener en mente su correcto uso y empleo para que aporten un beneficio a nuestra salud.

Indicó que la chinampa es una estructura que se construye expresamente dentro del agua, y casi todas las hortalizas pueden cultivarse en ella. Gracias a estos alimentos se inculca una adaptación, asimilación y sincretismo alimentarios, porque la mayoría de las hortalizas que arribaron a México en el siglo XVI –por ejemplo, el rábano, la familia de las coles nabos, etcétera– son productos esenciales cuyas semillas podían trasladarse con facilidad para reproducir el alimento lo más pronto posible y que los colonizadores no murieran de hambre; esa fue una de las regulaciones de la Corona española.

La milpa es un sistema agrícola tradicional que data también de la época prehispánica y que constituye un espacio de recursos genéticos, nos aporta conocimiento, sabores, colores, texturas y salud.

Hoy, estos dos agrosistemas pueden recuperar la utilidad que tuvieron en el México mesoamericano, aunque para ello se requiere mucho esfuerzo, como divulgar su significado, cómo están constituidos y establecer huertos o milpas escolares que fomenten en los niños, principalmente, la importancia de producir nuestros propios alimentos y volver a una dieta más saludable y sostenible.

También con el fin de promover la identidad cultural y culinaria, saber quiénes somos a través de lo que cultivamos y comemos. “Como mexicanos, eso nos dará una conciencia inmediata de nuestra identidad, incluso a los extranjeros que pudieran estar en contacto con ello, para conocer y reconocer estos sistemas que perduran hasta nuestros días a pesar de la colonización, apuntó.

Consideró que tener de nuevo una valorización del alimento y reincorporar la milpa a nuestra dieta es la clave fundamental: “tenemos aún el privilegio de ir a un tianguis y encontrar esos productos, alimentarnos de esa forma y hacer nuevamente ese ciclo que beneficie al ambiente y al ser humano”.

Trabajo en equipo

Por su parte, Rafael Rodríguez Martínez, biólogo por la Facultad de Ciencias y pasante de Literatura Dramática y Teatro por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, planteó que una parte importante de la milpa es el trabajo en equipo” de organismos del suelo y hortalizas. “Hasta ahora tenemos el antecedente del ciclo del nitrógeno, que pasa por el frijol, las hojas de las calabazas que cubren el suelo, la capsaicina de los chiles que funciona como insecticida y el maíz, uno de los productos energéticos de mayor importancia histórica, culinaria, cultural y biológica en México”.

Coincidió en que la milpa puede estar dentro o fuera de la chinampa, “en este caso hay una integración que podría haberse corrompido por la comercialización. En ocasiones, el capitalismo atraviesa los intereses de las personas, y si hay productores que desean mayor rapidez en su cosecha para solventar una ayuda económica, irrumpen en este sistema generando problemas de otra índole. Por ejemplo, de suelo que impacta a otras especies, o la entrada de organismos inoculados, como los transgénicos”.

Expresó que en general se romantiza que las chinampas en sí mismas son ecosistemas, y en realidad son muchos al interior de estas estructuras y, en su conjunto, constituyen un bioma, y el cúmulo de estos conforman la biósfera.

También podría gustarte