En 1977 triunfó el ala reformista ante un régimen hegemónico

La oposición política en México pasó de la lucha en las calles a la institucionalización

Foto: Víctor Hugo Sánchez.
La imagen de un gobierno mexicano que maneja a gusto y conveniencia el proceso electoral, con diputados y senadores siempre a su favor y procesos electorales en los que hay dinero de origen ilícito, quedó atrás gracias a la reforma electoral de 1977, coincidieron expertos reunidos por la Cátedra Francisco I. Madero, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y el Instituto Nacional Electoral.

En la mesa Minorías, pluralismo y representación, Jacqueline Peschard Mariscal, miembro del Comité de Transparencia de la UNAM, recordó que la reforma electoral de 1977 marca un hito en la historia contemporánea porque fue la respuesta del Estado mexicano para encauzar por la vía institucional la confrontación social y política que se venía expresando en nuestro país desde décadas anteriores, lo cual significó el triunfo del ala reformista ante un régimen hegemónico que ya empezaba a mostrar signos de desastre.

“Reflexionar sobre la reforma política del 77 ofrece una oportunidad para evaluar lo que con muchos esfuerzos y, a través de procesos complejos de negociación de las fuerzas políticas, hemos construido: un sistema electoral plural, equitativo y confiable. Tenemos autoridades comprometidas con el acatamiento de la Ley que ofrece su cumplimiento imparcial y garantías de competencia abierta”, expresó.

La experta del Instituto de Investigaciones Jurídicas agregó que la reforma fue también el primer eslabón de una serie de reformas que, finalmente, derivaron en despojar al gobierno del control de las elecciones para hacerlas libres, justas y competitivas; es decir, a cumplir con los estándares internacionales de elecciones democráticas.

“Vista la reforma electoral de 1977 desde la coyuntura actual donde el presidente López Obrador ha propuesto una Reforma electoral, en contraste con lo sucedido hace 45 años, hoy el titular del Ejecutivo y su partido están lejos de querer fortalecer a las minorías y robustecer nuestra representación política; todo lo contrario, quieren un sistema de polarización que sólo deja lugar a quienes están en el partido en el poder, la propuesta busca debilitar a los partidos, desconociendo la legitimidad de sus adversarios.”

Miguel Armando López Leyva, director del Instituto de Investigaciones Sociales, comentó que a 45 años de la reforma, la oposición política en México pasó de la lucha en las calles a la institucionalización.

Históricamente, añadió el especialista en Ciencia Política, su comportamiento ha sido variable y hoy enfrenta uno de sus mayores desafíos, pues ha predominado el papel de crítica sin hacer mayor énfasis en los roles que podría tener; ha optado por obstruir, ser poco colaborativa y en algunos casos ha puesto en riesgo la democracia.

“Hoy la oposición que existe y que construyó la democracia, los partidos de la transición, como se les llama de forma despectiva –PRI, PAN y PRD–, está debilitada en buena medida como consecuencia del juego democrático. Hay quienes llamamos a esto la oposición inexistente; es decir, no es que no exista, pero ha sido irrelevante en el diseño de políticas en los últimos años y tiene serias dificultades para articularse como una verdadera opción”, agregó López Leyva.

Verdadero sistema de partidos

Preservar la autonomía de los órganos electorales es una necesidad, no sólo por la historia, sino por el proyecto de país que tiene México, aseguró José Woldenberg Karakowsky, académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.

En la mesa Garantías de imparcialidad y equidad: la autonomía del árbitro, Woldenberg indicó que la autonomía posibilita que la coexistencia de las diversas posturas en pugna se despliegue con garantías para todos. “México ha conseguido tener un verdadero sistema de partidos, son un conducto eficiente. Todos tienen intereses legítimos, suelen creer que los suyos son mecánicamente de todos. Se enfrentan a sus adversarios, desatan aspiración y pasión. Pero los partidos son sólo una parte, por naturaleza parciales; es necesario un organizador y un árbitro de sus contiendas, que pueda situarse por encima de ello”, concluyó.

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