En los confines del teatro con Eugenio Barba

Impartirá la conferencia “El pueblo secreto del Odin Teatret” en la Sala Carlos Chávez, del Centro Cultural Universitario, el 7 de febrero a las 12 horas

Odin Teatret & CTLS Archives. ISTA: International Schoool of Theatre Anthropology – 14th International Session – Kryzowa & Wroclaw, Poland 2005. Foto: Francesco Galli/Cortesía Cultura UNAM.

Eugenio Barba no es un director de teatro, es una leyenda teatral, es un tipo de teatro en sí mismo. Ahora lo tenemos aquí, delante, aunque sea por videoconferencia desde Guanajuato, donde lleva parte de su reciente gira mexicana, antes de venir a CDMX y sí, sus atentos ojos escrutan todo.

¿Cómo no sentirse intimidados? Eugenio Barba es el símbolo del artista que viene del margen para convertirse en una esencia del centro. Nacido en Italia pero emigrado a Noruega en 1954, su autodidactismo y su empeño lo llevan a trabajar con otro gran monstruo del teatro Jerzy Grotowski. Ahí comienza una carrera que lo ha llevado a revolucionar el teatro. Incorpora los saberes de Grotowski en su propio teatro, también sus experiencias en India y en varios países, y funda en 1964 el Teatro Odin en Oslo con algunos jóvenes expulsados de la escuela de teatro estatal. Después se muda a Dinamarca y se vuelca en los campos de la dirección, la enseñanza, la divulgación y la investigación teatrales. A la fecha ha montado decenas de espectáculos, ha propuesto una teoría teatral propia, el término “antropología teatral” que agrupa investigaciones suyas alrededor de los principios teatrales en diversas culturas, o el término “tercer teatro” que se refiere a la posibilidad de un teatro fuera de las instituciones y germinado por encuentros interculturales.

Ahora ha vuelto a México para dar clases, ofrecer montajes, y particularmente a la UNAM, que fue la responsable de traerlo a México por primera vez hace muchos años.

“El núcleo fundamental de la antropología teatral se ha quedado en lo mismo, pero sus aplicaciones han cambiado. Es aplicable ahora a la pintura, la literatura o la música”, señala Barba en entrevista con Gaceta UNAM, para quien la antropología teatral puede ayudar a dar comienzo a cualquier labor artística.

Por su parte, Julia Varley, que también nos acompaña, actriz del Odin Teatret, y socia de Barba en muchas iniciativas, agrega: “Antes encontrábamos estos principios por medio de la comparación de géneros teatrales, ahora trabajamos sobre temas específicos que son comunes a diferentes culturas”.

En cuanto a la noción de “Tercer Teatro” y su actualidad, Barba opina que la noción de teatros nacionales, apoyados por el estado, sigue existiendo, y también los grupos marginales de gran calidad que no tienen el apoyo. “Hoy es posible hacer teatro sin el apoyo del gobierno. Los teatros institucionales tienen sólo un objetivo, presentar un espectáculo. El resto tiene un sistema de producción muy diferente, se ha especializado en trabajar en la calle, en situaciones sociales de discriminación, de multiculturalismo. Yo veo que cada generación tiene el deseo de hacer teatro utilizando esos acercamientos que pertenecen al tercer teatro”. Varley, que conoce bien a los grupos teatrales independientes, agrega que “parece necesario para el buen funcionamiento de esos grupos que vivan en un punto de riesgo”.

Barba, que ha estudiado ampliamente las conexiones teatrales entre oriente y occidente, ve hoy un panorama también distinto al de pasadas décadas. Si bien, nos dice, en occidente hay sólo dos convenciones para el actor: crear sobre el escenario una dinámica y una anatomía completamente distintas o tratar de parecer como si anduviera por la calle, “es aquí donde se comunican los hemisferios, no hay que pensar en la estética sino en cómo utiliza el actor su anatomía, no en los resultados sino en los procesos. En cómo utilizar la espontaneidad propia para construir algo en la escena que se parezca a un cuerpo que vemos cada día”.

Y es casi natural que le preguntemos por su visión del enfrentamiento entre teatro y medios digitales. “En los tiempos anteriores a la luz eléctrica había tres ámbitos iluminados en los pueblos cuando llegaba la noche, las casas de los ricos, la iglesia y el teatro. Por eso tenía tanta fuerza. Hoy que vivimos en una era cintilante, llena de chispas, la política se ha vuelto teatral, también la iglesia, el teatro ha perdido el efecto de antes. Pero ¿qué lo sigue diferenciando de lo demás? La sensación de intimidad, de vulnerabilidad. Esa es la fuerza del teatro, la capacidad de mostrar como la debilidad del ser humano puede enfrentarse al miedo, al dolor y transmitir algo que no es una idea, una opinión o una ideología. Un sentido. El sentido no es algo intelectual, el sentido es otra cosa. Los jóvenes buscan un sentido y el teatro lo sigue teniendo, quizá a nivel de catacumba, pero es un sentido de fundamento”.

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