Las sombras de la violencia en Colombia

La meta del escritor es que, al menos, una persona se sienta tocada por lo que escribe

Para escribir sobre la violencia colombiana, el periodista Juan Miguel Álvarez se ha guiado por dos preguntas centrales: “Una referente a los victimarios: ¿qué fuerzas morales y materiales hay en este país (Colombia) que logran convertir a una persona del común en un sujeto armado y sin hígados para matar? Y otra acerca de las víctimas: ¿cómo vuelve a la vida una persona a la que le han despojado incluso de su dignidad?”

Entre 1985 y 2011 hubo más de 9 millones de víctimas civiles en Colombia, entre las que hay casi 7 millones y medio de casos que deben ser reparados por el Estado, escribe Álvarez en su libro La guerra que perdimos.

Ha acumulado una gran cantidad de historias de atrocidades en su cabeza, unas escuchadas, otras vistas, cuenta en entrevista. La violencia “definitivamente deja una huella dentro de uno, en la memoria, en el tipo de sensibilidad que uno empieza a desarrollar sobre la vida, la gente, acerca del mundo en general. Yo vivo con eso, a veces es una situación que uno no sabe cómo se manifiesta o en qué momento se va a presentar”.

Otra forma en la que emerge toda esta violencia, añade, “narrada dentro de mí, es que a veces siento una gran desazón, por cosas que veo que ocurren, y que logro entender el origen de eso, cuál va a ser el desenlace, y cuáles son los elementos que rodean ese suceso”.

Pese a que ocurran en un lugar lejano, distante, precisa, “que no tenga que ver conmigo, me siento realmente muy afectado; aunque me duele, no puedo hacer nada. Nadie puede. Me toca tragarme eso y seguir adelante con lo que viene. Definitivamente yo no soy el mismo después de haber hecho todo este trabajo, de ver las consecuencias de la guerra colombiana”.

En su texto aparece la madre que no se rindió nunca, la que arañó la selva en busca de sus hijos, la que preguntó directamente a los ojos al secuestrador: ¿dónde están? También vio desfilar a otras “con los retratos de sus hijos desaparecidos en la mano. Fotografías plastificadas para evitar que se avejentaran”.

Foto: Barry Domínguez.

Contar las mismas historias

Juan Miguel Álvarez dice que una de las frases más infames que se usan en Colombia para justificar un asesinato es: “algo hizo, algo debía”.

Como narradores, señala, “podemos intentar contar siempre la misma historia, que es la de nuestros países, la de nuestra conflictividad social; pero aplicando mecanismos más creativos, y esa creatividad mientras se va alejando en el tiempo permite mayor entendimiento, más comprensión”.

Los relatos periodísticos inmediatos son muy necesarios, porque dan a entender lo indispensable, lo justo, lo que se requiere en ese momento en la coyuntura, recalca. “Pero una sociedad necesita que otro tipo de narradores, que trabajen con otros tiempos de producción, sean capaces de contar eso mismo, pero con un desarrollo distinto. De tal manera que la gente sepa que eso no es una saturación, se dé cuenta que simplemente es una manera nueva de comprender y ayudar a entender”.

El periodismo está ligado a la producción inmediata, a la coyuntura, al debate, a lo que está ocurriendo en el momento, en el día a día, reflexiona. “La guerra que perdimos no se hizo porque el periodismo me hubiera permitido a mí proveerme de unas circunstancias ideales que yo después transformé, usé. Eso lo realicé en los tiempos más difíciles, escribiendo de noche, temprano en la mañana, postergando entre el primer capítulo y el otro, porque me tocaba hacer el trabajo para mantener la nevera llena”.

Concluye que es muy probable que sus siguientes libros tampoco generen debate público, “pero yo estoy seguro de que no pasarán de largo, que al menos a un puñado de lectores, en el fondo, les calará algo. Como autor, como escritor, se debe tener la suficiente modestia para darse cuenta que la meta se logra cuando al menos una persona se siente tocada por lo que uno escribe”.

El autor de Verde tierra calcinada participó en la charla Justicia narrativa para víctimas del narco, en el marco de El Aleph. Festival de Arte y Ciencia, encuentro organizado por la UNAM.

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