¿Qué hay debajo de la Ciudad Universitaria?

Especialistas de los institutos de Geofísica e Ingeniería y del Sismológico Nacional buscan caracterizar y conocer el subsuelo del campus a través de la medición de vibraciones; los datos permitirán saber cómo era la zona antes de las erupciones que formaron el pedregal sobre el que se asienta

Es impensable imaginar a Ciudad Universitaria, al sur del Valle de México, sin su pedregal de 733 hectáreas sobre roca volcánica, producto de diversas erupciones ocurridas hace más de 1,750 años, entre ellas la del volcán Xitle. Sin embargo, hasta ahora no se sabía con exactitud qué había debajo del derrame de lava.

Un equipo de especialistas y estudiantes de los institutos de Geofísica e Ingeniería de la UNAM, así como personal del Servicio Sismológico Nacional y de la empresa GEOTEM, participaron en el primer proyecto de medición sísmica masiva dentro de CU, a fin de caracterizar y conocer el subsuelo del campus a través de la instalación de equipos de última generación para la medición de vibraciones del suelo, generalmente usados para prospección sísmica en los ámbitos minero y petrolero.

Durante casi nueve horas, alrededor de 30 alumnos de licenciatura y posgrado en Ciencias de la Tierra de la UNAM, bajo la supervisión de expertos, supervisaron 140 medidores sísmicos colocados en múltiples puntos de Ciudad Universitaria, como en la Zona Cultural, el Jardín Botánico y el Campus Central. Después retiraron los equipos para comenzar el análisis de los datos y realizar proyectos multidisciplinarios.

“Queremos estudiar los derrames de lava para saber qué es lo que cubre, porque no se sabe con exactitud cómo era la topografía antes de las erupciones del Xitle. La intención es generar gran cantidad de datos que deberemos procesar y analizar para ver sus alcances”, indica Marco Calò, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM.

Se pretenden realizar reconstrucciones tridimensionales mediante métodos sísmicos, es decir, a través de mediciones de propagación de ondas sísmicas que los equipos hayan registrado el día del experimento, ya que pudieron alcanzar profundidades de varios cientos de metros en el subsuelo, así como con la ayuda de la inteligencia artificial.

A dos meses de distancia, los universitarios mostraron resultados preliminares, indicio de hacia dónde irán las siguientes investigaciones. Uno es un mapa en el cual se visibilizan colores cálidos y fríos (ver gráfico).

Los primeros (en rojo) representan la propagación de ondas sísmicas lentas, lo que indicaría material “suave” como arena, la cual podría pertenecer al fondo de lagos y ser indicio de su presencia hace miles de años. Las segundas (en azul) señalarían cuerpos más sólidos, como rocas del cauce de ríos después rellenados por lava. “Esto es sólo un corte hallado a cierta profundidad, en este momento no podemos evaluar con precisión; necesitamos análisis adicionales”, puntualiza Calò.

Fotos: Víctor Hugo Sánchez y cortesía Marco Caló.

También se sabe que hay vestigios arqueológicos prehispánicos de gran importancia y, tal vez, con este proyecto se puedan aportar pistas sobre dónde hallar más cuerpos anómalos, como vasijas u otros objetos, a fin de conocer lo que hubo antes de las erupciones del Xitle. Sería una aportación de la geofísica a la antropología, arqueología e ingeniería.

“Este es el primer proyecto en su tipo. Conforme analizamos y obtenemos resultados nos fijamos más objetivos. Estaremos revisando bibliografía extensa para vincular nuestra información con estudios en otras áreas. El éxito de este trabajo permitirá arrancar otros tantos en CdMx”, señala.

“Además de los alcances científicos, este experimento fue diseñado para acercar a los jóvenes a las disciplinas de las Ciencias de la Tierra, sobre todo a la sismología y vulcanología. Es importante que los alumnos se enamoren de estas disciplinas y den seguimiento a las investigaciones. Cabe destacar que estos trabajos se realizan en un área urbana, algo inusual ya que estas labores casi siempre tienen lugar fuera de la ciudad.”

Yamilette Bolaños Flores, estudiante de Ingeniería Geofísica en la Facultad de Ingeniería, comparte que su participación en el proyecto radicó en colocar los nodos sísmicos, y que para ello fue necesario hacer agujeros en la tierra, clavarlos y ponerlos lo más vertical posible. A su vez, analizar los registros sísmicos para medir su contenido frecuencial, qué tipo de onda sísmica se pudo percibir y hacer mediciones del ruido sísmico que existe en Ciudad Universitaria, con el fin de determinar si hay algún riesgo.

“Estudiar Ciencias de la Tierra te permite conocer el lugar en el que estás parado, es decir, comprender fenómenos naturales. El planeta es un sistema muy complejo, pero cuando vas entendiendo de qué trata te apasionas y quieres saber qué más hay”, expresa Bolaños.

Según Alan Yair Alarcón Pacheco, estudiante de posgrado en Ciencias de la Tierra, un día antes del experimento se instalaron sismómetros con un mayor ancho de banda, es decir, que tienen un rango más amplio para registrar diferentes señales, y esos los tomaron como puntos de control.

“El objetivo de mi brigada fue obtener datos de ruido sísmico para obtener un modelo y ver qué podemos encontrar más abajo de CU, cuánto es el espesor del derrame del Xitle, y sobre todo cómo podemos, desde la academia, interactuar con empresas externas en cuanto a investigación, con el propósito de enriquecer nuestros proyectos científicos”, concluye Alarcón Pacheco.

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