Violencia de género y feminicidios, emergencias sociales

Gran parte de los esfuerzos se han concentrado en analizar las consecuencias y efectos, más que en las causas que dieron origen a los problemas: Leticia Cano

La violencia de género y los feminicidios, al igual que las desigualdades y la pobreza, son problemáticas crecientes que deben resignificarse como emergencias sociales y atenderse de forma inmediata para reconstruir el tejido social que se encuentra seriamente fracturado, advirtió Leticia Cano Soriano, coordinadora del Consejo Académico del Área de las Ciencias Sociales de la UNAM.

Durante su participación en la mesa de análisis Resiliencias, reconstrucción y reparación de daños sociales, organizada por el Seminario Permanente de las Ciencias Sociales, SEPERCIS 2023: Reflexiones del Mundo Contemporáneo: Reconstrucción del Tejido Social y Cultura de Paz, Cano Soriano dijo que los diferentes tipos de violencias e inseguridades registradas en el país han generado rupturas y puntos de inflexión en el tejido social comunitario y en la convivencia sociofamiliar.

Hay que partir de una configuración y una resignificación de lo que implica la ruptura del tejido comunitario, pero desde dimensiones como las violencias, las pobrezas y las emergencias, como la pandemia, que han generado momentos de quiebre, apuntó.

“Además de la violencia de género, las agresiones sociales en su conjunto han sido el denominador común que va lastimando y lacerando los tejidos comunitarios, como es el caso de las desapariciones, los secuestros, los reclutamientos forzados y los feminicidios.”

Agregó que esta situación de emergencia comunitaria plantea enormes retos para poder transitar hacia un tejido social inclusivo, resiliente y que esté blindado por los derechos humanos.

Las resiliencias son esenciales, pero deben ir acompañadas de un trabajo cercano con las comunidades, pues en ese tema ha habido un terrible abandono en el que los lazos solidarios comunitarios vinculantes se han fracturado, consideró la especialista.

“Más allá de los sistemas económicos que han impactado social y políticamente, tendríamos que estar tejiendo comunidad mediante procesos de diálogo entre gobierno, organizaciones de la sociedad civil y la academia.”

Cano Soriano indicó la necesidad de promover un activismo comunitario resiliente en el que se construyan planes de vida que consideren la recuperación de entornos de convivencias colectivas y provoquen cambios de los sentidos sociales comunes y compartidos.

La experta en trabajo social señaló que un problema gravísimo es la falta de prevención de las violencias, y que gran parte de los esfuerzos se han concentrado en analizar las consecuencias y efectos, más que en las causas que dieron origen a los problemas de las emergencias sociales.

Las comunidades, destacó, tienen que prepararse desde el kínder, la primaria, la secundaria y el bachillerato, pero sobre todo a partir de los primeros espacios formativos en las familias, para prevenir situaciones de alto riesgo.

Apoyos institucionales

Por su parte, Alba Luz Robles Mendoza, profesora de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, comentó que la resiliencia no sólo es la capacidad que pueden tener las personas para solventar una condición de violencia, sino que se requieren de apoyos institucionales para poder llevar a cabo la reparación del daño.

“Cuando hablamos, por ejemplo, de un delito sexual, no es suficiente hacer la denuncia o seguir un proceso jurídico; se tiene que ir más allá para establecer toda una red de apoyos y de acciones que permitan abordar el problema de manera integral y potencializar la capacidad de responder de forma activa.”

En el proceso de atención integral en casos de violencia de género, subrayó, son muy importantes los apoyos familiar y de las redes comunitarias; de tal manera que en momentos de crisis se tenga información oportuna sobre a dónde acudir a solicitar ayuda y, en su caso, como parte de la resiliencia elaborar proyectos de vida personal, familiar y social.

La comunidad tiene que ser la principal promotora de la igualdad de género por medio del respeto a la diferencia, construyendo espacios lúdicos para la promoción de una cultura de paz frente a las violencias, en la cual se pueda aprender sobre manejo de conflictos y de convivencia pacífica frente a condiciones de desigualdad social, adaptando las estrategias de supervivencia a cada situación de riesgo.

Robles Mendoza planteó que, para avanzar en la erradicación de la violencia de género, un primer paso es eliminar los estereotipos sexuales, poniendo énfasis especial en el respeto a las diferencias y propiciando espacios de confianza en los que se pueda hablar e identificar situaciones de riesgo.

“Requerimos diseñar un sistema de monitoreo sobre el comportamiento violento contra las mujeres y fortalecer los protocolos de prevención ya existentes”, finalizó.

En la mesa de análisis también participó Norlang García Arróliga, director general de Resiliencia de la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil de la Ciudad de México, quien presentó el abordaje institucional para una recuperación resiliente exitosa ante fenómenos y desastres naturales, como sismos e inundaciones en la capital del país.

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