Contar los efectos del poder en los seres comunes y corrientes

“¿Cuánto tiempo me voy a quedar en el exilio? Eso no podría responderlo”, dijo Sergio Ramírez en la FIL de Guadalajara

Guadalajara, Jalisco.- Me interesa colocar a las personas bajo los efectos del poder. Quieran o no quieran ese poder afecta la vida de la gente. Cambia sus destinos, exilia, encarcela, mata y no es posible distinguir qué es lo que pertenece a la suerte, al destino y a la voluntad del poder. Eso es lo que me interesa a mí en una novela, reflejar los efectos del poder en los seres comunes y corrientes, señaló Sergio Ramírez.

La literatura no está llena de arrepentimientos, sino de osadías, agregó durante la presentación de su libro Tongolele no sabía bailar en la edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Cuando uno escribe un libro si comienza a hacerlo con arrepentimiento empieza a autocensurarse. Uno no puede inventar finales felices frente a la realidad. “¿Cuánto tiempo me voy a quedar yo en el exilio? Eso no podría responderlo”.

No es la primera vez que sus libros levantan polémica, roncha política, ya había ocurrido con Margarita, está linda la mar y Castigo divino.

Acotó que “no es lo mismo la roncha social que la roncha política. Cuando yo comencé a escribir este libro sabía hacia dónde iba. Es una novela que empalma con lo contemporáneo y los acontecimientos que iban a entrar dentro de la novela eran los que el discurso oficial negaba. Después de 400 muertos que hubo en Nicaragua, jóvenes muertos por francotiradores, la mayoría de ellos, el discurso oficial proclamaba un golpe de Estado fallido. Una verdadera locura, los golpes de Estado los dan los ejércitos. La gente se rebela en las calles, no da golpes de Estado. Hay una negación total de esos acontecimientos”.

Escogió el incendio que hicieron en una casa, una fábrica de colchones, en Managua, “porque el dueño que era un pastor protestante se negó a dejar que instalaran francotiradores en la azotea de su casa y eso sirvió para que los paramilitares le incendiaran la casa y que muriera toda su familia. Niños, adolescentes, todos murieron. Y luego el asalto a la iglesia de La Divina Misericordia que también fue un asalto criminal, había sacerdotes, fieles y gente que se había refugiado en la vecina Universidad Nacional. Esos hechos tenían que ser tocados y sobre todo yo tenía que jugar en la novela con un elemento que no me daba la imaginación, sino la realidad”.

En su novela escribe: “El locutor reportaba protestas en Managua. Los estudiantes universitarios se habían congregado en el centro comercial Camino de Oriente, vecino a la carretera a Masaya, estallaban las bombas lacrimógenas y la policía antimotines disparaba contra las vidrieras de las tiendas y cafeterías donde se refugiaban los manifestantes perseguidos. Los presos y heridos se contaban por docenas (…) A mano derecha de la carretera se alzaba en la distancia, por encima del verdor de los árboles, la torre solitaria de la iglesia de San Pedro Apóstol de Ciudad Darío, y también por encima de los árboles se dispersaba la humareda de los gases, mientras se escuchaban, lejanos, los estallidos de las bombas”.

Cuando uno se somete a la autocensura y comienza a podar un libro, lo que pueda ofender o lo que pueda traer riesgos, entonces es mejor buscar otro oficio, indicó.

Tongolele es un personaje del engranaje, no está colocado en la cúspide del poder y el engranaje del poder lo termina moliendo. “Cree en el aparato de poder, cree que la revolución existe y hay que defenderla a toda costa”.

El estallido de abril de 2018, dijo, se da por medidas absurdas del gobierno que manda rebajar las pensiones de seguridad social a los ancianos. Los ancianos son respaldados por los jóvenes y esto enciende la chispa de la rebelión. “No es el motivo principal, es el detonante de todo un proceso de inconformidades que se viene acumulando. Lo que hice fue sintetizar los acontecimientos que se dan en varios meses en Nicaragua en unos pocos días”.

Hay casi 150 presos políticos en Nicaragua, reclamó, “pero cuarenta y tantos de ellos han sido metidos a la cárcel con motivo del proceso electoral que Ortega inventó, es decir, quería un proceso electoral sin competidores”.

Sergio Ramírez fue vicepresidente del primer gobierno sandinista con Daniel Ortega. Recuerda que “la estructura del poder en ese momento era muy distinta. En Nicaragua en los años 80 el poder estaba en manos de tres facciones del Frente Sandinista que se pusieron de acuerdo para gobernar por medio de un cuerpo colegiado de nueve miembros. Este equilibrio evitaba que alguien pudiera convertirse en caudillo. Ortega se vuelve caudillo cuando pierden las elecciones de 1990 y gana Violeta Chamorro. Se queda solo y comienza a construir el poder a través de él. La revolución ha muerto, muere como proceso político en 1990. Lo que queda son restos que Ortega logra zurcir y erigirse como el caudillo”.

Foto: Diana Rojas.
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