El amor sigue siendo una construcción social

Actualmente vivimos bajo la idea de tener libertad para elegir a quién amar, no obstante, el amor además de ser una emoción compleja, también obedece a una construcción social, señala la doctora en Psicología Tania Rocha, de la Facultad de Psicología de la UNAM.

El amor sigue siendo una construcción social, dice la doctora en Psicología Tania Rocha, de la Facultad de Psicología de la UNAM “desde hace un tiempo asumimos existe libre albedrío en el amor, y lo idealizamos como un aspecto que es positivo, que nos rescata, que es lo mejor que nos puede pasar, que se vuelve un fin en sí mismo. Pero si lo vemos de una manera más sobria, hay que poner en contexto los múltiples cambios en distintos niveles, que se viven sobre todo en las relaciones de pareja y que pese a este supuesto, el modelo que predomina, es el del amor romántico, un amor idealizado, que esconde en sí mismo no sólo reglas y parámetros rígidos, atravesados por relaciones de poder y roles de género, sino que además reproduce en muchos sentidos lógicas sexistas, heteronormadas y de violencia.

Justamente aunque nos emociona la idea del amor, en particular el amor en pareja, y partimos de esta sensación de libertad para elegir, se nos olvida, que en tanto constructo social, también está atravesado por normas y valores, que determinan parámetros y reglas dentro de las cuales nos podemos mover. El amor romántico por ejemplo, que ha sido idealizado de muchas formas a través de los cuentos y las novelas, recoge y constituye también un arma potente para controlar y someter a las mujeres, para reproducir comportamientos que consideramos como normales e incluso reflejo del amor, pero que no dejan de ser maneras de control y sumisión particularmente en contra de las mujeres, aunque no es un modelo que se aleje de otras relaciones, por ejemplo, las relaciones ente personas del mismo sexo. Justo en ese sentido, los roles y lógicas de género también están en estas relaciones no heterosexuales pues muchas veces se pueden replicar modelos, y repetir condiciones por las que te puedes emparejar. Al final el amor y el emparejarnos no sólo obedece a un emoción inherente a querer estar con otras personas, sino que también puede verse atravesada por deseos de pertenencia, reconocimiento, el no querer estar solas o solos, y el cumplir incluso con una suerte de “fin en la vida”.

Pese a la mayor apertura en la posibilidad de a quién y cómo podemos amar, se siguen reproduciendo modelos de segregación, ya sea basados en el sexo y género de la persona, en la edad, en el color de su piel, en el estrato social al que pertenece, en su procedencia étnica, en sus creencias religiosas, etc. El amor se puede sentir, es decir, claro que es una emoción, que nos puede llenar de mucha vitalidad y energía, y que puede dar espacio a la posibilidad de compartir experiencias únicas con otras personas, pero en tanto es también susceptible al contexto social y cultural, no debemos dejarnos llevar por la ilusión o la fantasía de que no puede ponernos en problemas. Por ejemplo, si pensamos en el uso de las redes sociales y todo el tema de internet, es muy interesante como se ha abierto un enorme campo de diversidad y posibilidad, empero, eso no resta que dentro de estas opciones también aparezcan nuevas reglas y maneras de reproducir aspectos nocivos del modelo romántico del amor. Por ejemplo, en las apps para ligar, llama la atención que se establecen criterios específicos, que rayan en la segregación, el clasismo, el sexismo y el racismo, por ejemplo, criterios como color de piel, grado de estudios, tipo de profesión, e incluso en las apps para chavos gays, están aspectos como la longitud del pene, o si son afeminados o pasivos. No debemos olvidar que el amor, este tipo de amor romántico que se disfraza de muchas caras, está directamente vinculado al poder y control, remata Rocha Sánchez.

El amor como negocio

Y bueno, es innegable decir, que en estos tiempos, el amor incluso puede verse como negocio, hay una comercialización del mismo, apunta la doctora Rocha, lo cual incluye las reglas de cómo debes y puedes demostrar el amor. Esto puede generar desencuentros y conflictos, por ejemplo en estas fechas, las flores, los chocolates, el ir al cine, puede determinar que sí lo haces te irá bien, pero si no, eres una persona “fría” y que no ama. Ojo, el amor romántico justo establece este tipo de reglas y eso también es importante entender, porque estamos en un entorno altamente atravesado por reglas, por roles de género que llegan a permear en las relaciones homosexuales, en las que se espera que alguien sea el activo y otro el pasivo, o que alguien sea la mujer ideal, o el hombre ideal.

Otra cosa interesante es que la lógica patriarcal que respalda el modelo del amor romántico no va sola. Analizando el fenómeno del amor bajo una perspectiva social y crítica, se juegan otros elementos como el capitalismo y el tema neoliberal. Zygmunt Bauman, dice en su libro “Amor líquido” que vivimos en tiempos líquidos, es decir, en el pensamiento de que la gente es desechable. Como bien lo decía él, a las relaciones de pareja les falta cada vez más solidez, calidez y hay una tendencia a la fugacidad, a lo etéreo y al menor compromiso. Diría yo, que hoy es más fácil irse, que quedarse. Antes, la gente estaba obligada a permanecer junta, pero en el marco de esta supuesta libertad actual, hasta las personas son un tema de consumo, y los “modelos” pasan de moda, entonces se desechan porque no son indispensables, se le resta valor a las cosas que son importantes, como el acompañamiento, el compartir un proyecto de vida, tener un plan a futuro, y se sustituyen por otras cuestiones más de mercadotecnia: se debe tener coche, o tal característica. Además, en estos tiempos de incomprensión e intolerancia a las diferencias, en las relaciones, los desencuentros y las diferencias cotidianas se pueden volver batallas campales, a eso me refiero con esa liquidez, las cosas relevantes se van dejando de lado por otras que no son tan importantes, apunta.

Juegos de poder

Hace años el doctor Rogelio Díaz Guerrero hablaba sobre la inherente relación del amor con el poder, y decía que desde que somos niñas o niños, el amor está condicionado al poder, por ejemplo, una mamá o papá podía externar si no te portas bien voy a dejar de quererte, y esto se va entramando en relaciones de poder, de género, de creencias, de procesos ideológicos y otros discursos. En el caso de las relaciones de pareja, el amor romántico sigue siendo la norma, recuerda Rocha Sánchez.

En esta supuesta diversidad se dan relaciones distintas, como los amigos con derechos, o los amigovios, pero se siguen jugando roles de poder, en los que hay la idea de “no me quiere porque no me cela”, o “sé que me quiere porque me acompaña a todas partes”, pero eso se traduce en control, en formas de vigilar a la persona de cerca. Habría que dimensionar de qué manera estos metadiscursos y metáforas del amor romántico se van camuflando de ideas de mayor libertad, de “ahora es distinto”, pero la realidad es que siguen pasando cosas extrañas, y se va bosquejando una suerte de cultura del amor que no dista mucho de un escenario perfecto para el ejercicio de la violencia, el control, la posesión y el desencuentro, termina la profesora de psicología.

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