La misoginia en la ciencia

Muchas científicas han tenido que trabajar en condiciones difíciles, y aunque han logrado sus metas, abundan casos de quienes han tenido que luchar contra el sexismo o trabajar en condiciones miserables para que al final sus descubrimientos fueran atribuidos a sus colegas hombres, o incluso, a sus maridos

Cuando se habla o escribe sobre las científicas, casi de inmediato vienen a la mente los nombres de Marie Curie y de Hipatia de Alejandría. Si nuestro interlocutor o interlocutora tiene más información, tal vez mencione a Lise Meitner, y párale de contar.

Muchas científicas han tenido que trabajar en condiciones muy difíciles, y aunque han logrado sus metas, abundan los casos de las que han sido flagrantemente ninguneadas, que han tenido que luchar contra el sexismo o trabajar en condiciones miserables para que al final sus descubrimientos fueran atribuidos a sus colegas masculinos e incluso a sus maridos.

A pesar de que algunas han logrado superar la misoginia que apareció en 1903, cuando se otorgó el Premio Nobel de Física a Marie Curie, son muy pocas las que han obtenido el Nobel en su especialidad, y no por falta de capacidad sino por el prejuicio contra las mujeres.

“Hasta el final del siglo XIX y principios del XX las mujeres nos incorporamos a la universidad porque las universidades son espacios que originalmente fueron creados para los hombres, y durante mucho tiempo estuvieron prohibidos a las mujeres”, dice Norma Blazquez Graf, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades.

“Y nos incorporamos con problemas porque social y culturalmente no era bien visto que las mujeres salieran a la vida pública, y menos a estudiar, porque se consideraba que nacíamos para casarnos, ser madres, cuidadoras de la familia, y no teníamos necesidad de estudiar porque los hombres nos cuidaban, primero nuestros padres y hermanos y después nuestros maridos”.

Uno pensaría que los tiempos han cambiado, pero basta con ver los premios Nobel 2019. Ese año se entregaron a 14 personas, de éstas un tercio de uno le tocó a una mujer, y no fue en una ciencia.

La francesa Esther Duflo recibió un tercio del Premio en Ciencias Económicas 2019 “por su abordaje experimental para aliviar la pobreza global”. Los otros dos tercios fueron a parar a manos del indio Abhijit Banerjee y del estadounidense Michael Kremer.

Marie Curie y el Nobel de Física

En 1903 la Academia Francesa de Ciencias nominó a Henri Beckerel y a Pierre Curie como candidatos al premio Nobel de física, y dejó fuera a Marie. El matemático sueco Magnus Goesta Mittag-Leffler, del comité de nominaciones a los premios Nobel, envió a Pierre Curie una carta en la que le exponía la situación. Éste contestó que un premio Nobel de física que no reconociera el papel fundamental de Marie en la investigación de la radioactividad sería una farsa y que él no aceptaría el premio. Solo así el trabajo de Marie Curie fue reconocido con el Premio Nobel de Física en 1903, que compartió con Beckerel y su esposo, Pierre Curie.

Esa vez la Academia Sueca perdió una batalla, pero tendría más oportunidades de mostrar su misoginia.

Nettie Stevens y el descubrimiento de la determinación del sexo por los cromosomas
Durante más de dos mil años se hicieron montones de especulaciones y experimentos para saber cómo y en qué momento los humanos y los animales se convertían en hombres o mujeres, en machos o en hembras.

Esas especulaciones terminaron durante la primera década del siglo XX cuando se estableció que no eran los factores ambientales, entre otros, los que determinaban el sexo de casi todos los organismos pluricelulares, como creían la mayor parte de los científicos de ese tiempo, sino que se determinaba en el momento de la concepción al combinarse dos tipos de entidades, el cromosoma X y el cromosoma Y.

El paso clave en este descubrimiento fue dado en 1905 por Nettie Maria Stevens y por Edmund B. Wilson en sendos trabajos publicados ese año. Pero esta conclusión no fue aceptada por todos los biólogos durante muchos años.

Cuando se aceptó que gracias a los cromosomas nacemos hombres o mujeres, la mayor parte del crédito se atribuyó a Thomas Hunt Morgan, un importante genetista en ese momento, quien al principio no aceptó las conclusiones de Stevens y Wilson sino mucho después de que se publicaran sus trabajos. De manera injusta durante mucho tiempo a él se atribuyó el descubrimiento de las bases genéticas de la determinación del sexo.

Muchos años después se reconoció a Wilson como el autor del trabajo que estableció el origen de los sexos al mismo tiempo que el trabajo de Stevens era ignorado para beneficio de Wilson, aunque el trabajo de aquella era mucho más preciso que el de éste.

Nettie Maria Stevens nació el 7 de julio de 1861 en el pueblo de Cavendish, Vermont. Fue la segunda de tres hijos de un carpintero. Asistió a la escuela normal de Massachusetts y ejerció como maestra. Se interesó en la ciencia y se inscribió en la Universidad de Stanford, donde estudió la licenciatura y la maestría, y el doctorado en el Bryn Mawr College, en Pensilvania.
Antes de terminar su doctorado en 1903, ya había publicado nueve papers. Recibió una beca para estudiar en la Estación Zoológica de Nápoles, Italia, y en la Universidad de Wurzburg, en Alemania.

Antes de su trabajo de los cromosomas publicó muchos textos sobre el tema, incluso le otorgaron un premio de mil dólares por el mejor trabajo científico escrito por una mujer: “A Study of the Germ Cells of Aphis Rosae and Aphis Oenotherae”, publicado en el Journal of Experimental Zoology.

Nettie Stevens murió en 1912 de cáncer de pecho sin que le reconocieran en su tiempo la importancia de sus trabajos en la determinación genética del sexo.

Lise Meitner y el descubrimiento de la fisión nuclear.

Cuando en 1944, la Academia de Ciencias Sueca otorgó el Premio Nobel de Química a Otto Hahn por el descubrimiento de la fisión nuclear desdeñó años de trabajo de Lise Meitner, quien dirigió al equipo de científicos que llevó a este descubrimiento y dio la explicación teórica del proceso de fisión. Además, junto con Otto Frisch denominaron fisión a la división del átomo de uranio.
Con el paso de los años, su contribución científica quedó en la oscuridad pero nuevas biografías han establecido la secuencia de sucesos que llevaron al descubrimiento de la fisión y más tarde al olvido de su participación en el descubrimiento.

Lise Meitner nació en Viena, Austria, el 7 de noviembre de 1878. Fue la tercera de ocho hijos de una familia judía vienesa. Debido a las restricciones sobre la educación de las mujeres, su ingreso a la Universidad de Viena no fue sino hasta 1901.

Al obtener su doctorado en 1907, fue a Berlín a estudiar con Max Planck, y empezó a trabajar con el químico Otto Hahn. Esta colaboración duró 30 años, Meitner trabajando en física y Hahn en química de sustancias radiactivas, y cada uno dirigiendo una sección en el Instituto de Química Káiser Wilhelm en Berlín.

En 1934, Enrico fermi produjo isótopos radiactivos al bombardear uranio con neutrones. De los diversos productos que se obtuvieron no se sabía si alguno era transuránico. Para hacer investigación sobre estos elementos de Fermi, Meitner pidió a Otto Hahn que se le uniera, y en 1935 se les agregó el químico Fritz Strassmann.

Al año siguiente, la estadounidense Clara Lieber, estudiante de doctorado en química se unió al equipo, que era dirigido por Meitner. Durante años, trabajaron en la radioactividad del uranio inducida por el bombardeo de neutrones.

En 1938, Hitler se anexó Austria y Lise tuvo que emigrar a Suecia, y ahí, empezó a trabajar en el Instituto Manne Siegbahn, de Estocolmo. Mientras, se carteaba con Hahn y Strassmann para tratar de identificar los transuránicos de Fermi.

El 13 de noviembre de 1938, Hahn se reunió con Lise en Copenhague y ella le sugirió que hicieran nuevas pruebas. Poco después, Hahn comunicó sus resultados (el descubrimiento del bario y el kriptón) a Meitner, quien en colaboración con su sobrino Otto Robert Frisch trabajó en los cálculos físicos y establecieron que la fisión nuclear del uranio había ocurrido y explicaron su proceso.

La separación del equipo de trabajo por el exilio de Meitner llevó al Comité Nobel a no considerar su aporte en la investigación y le dieron el Premio Nobel de Química sólo a Otto Hahn y a Fritz Strassmann.

Lise Meitner murió en 1968 en Cambridge, Inglaterra, sin el reconocimiento a su trabajo.

Emmy Noether, genio creativo en matemáticas

La vida de Emmy Noether es un ejemplo de todo lo que las mujeres han tenido que soportar por dedicarse a la ciencia.

Amalie Emmy Noether nació el 13 de marzo de 1882 en la ciudad de Erlangen, en Baviera, Alemania. Su niñez fue como la de cualquier niña de la clase alta: aprendiendo lo que se esperaba de ella porque a finales dei siglo XIX a las mujeres no se les permitía estudiar en las universidades, ni siquiera en la preparatoria, así que asistió a una escuela de las élites económicas, y en 1900 recibió un certificado para enseñar inglés y francés. Pero ella prefirió tener una educación universitaria en matemáticas.

Asistió como oyente a algunas materias en la Universidad de Erlangen, y en 1903 entró en la Universidad de Gotinga, también como oyente; regresó a Erlangen en 1904 cuando la universidad admitió a mujeres. Ahí obtuvo su doctorado en matemáticas en 1907.

De 1908 a 1915, trabajó en el Instituto de Matemáticas de Erlangen, pero sin un cargo específico ni salario. Durante este tiempo colaboró con el experto en álgebra Ernst Otto Fischer y empezó a trabajar en álgebra teórica, investigación por la que más tarde sería reconocida.

También trabajó con los matemáticos Hermann Minkowsky, Félix Klein y David Hilbert, a quien había conocido en Gotinga. En 1915, junto con Klein y Hilbert empezó a trabajar en la teoría general de la relatividad de Einstein en el Instituto de Matemáticas de Gotinga, y en 1918 demostró dos teoremas fundamentales en la relatividad general y en la física de las partículas elementales. A uno de estos teoremas aún se le conoce el Teorema de Noether.

A pesar de estos logros, no podía formar parte de la Universidad de Gotinga por ser mujer, y sólo se le permitió dar clases como profesora asistente de Hilbert. Fue necesario que Albert Einstein y David Hilbert intercedieran por ella para que le permitieran dar clases, pero todavía sin sueldo. Eso ocurrió en 1919.

Hasta 1922 se convirtió en profesora asociada pero no numeraria, es decir, no tenía derecho a la antigüedad ni a otros beneficios, y empezó a recibir un salario, aunque muy pequeño; su estatus no cambió mientras estuvo en Göttingen no sólo por su condición de mujer, sino también porque era judía y pacifista.

Durante la década de 1920 hizo trabajos fundamentales en álgebra abstracta, en teoría de anillos y teoría de números, y aunque sus investigaciones en matemáticas serían muy útiles para físicos y cristalógrafos, en su tiempo causaron muchas controversias.
Durante 1928 y 1929 fue profesora visitante en la Universidad de Moscú, y en 1930 dio clases en Frankfurt. En 1932 el Congreso Internacional de Matemáticas, en Zurich, Suiza, le pidió que diera una conferencia plenaria, y ese mismo año recibió el premio Ackermann-Teubner Memorial en matemáticas.

Aun así, en abril de 1933, el gobierno nazi le negó el permiso para enseñar, y a partir de entonces su permanencia en Alemania fue muy peligrosa por lo que en septiembre aceptó una invitación como profesora huésped en el Bryn Mawr College, en Pensilvania, Estados Unidos, donde había estudiado Nettie Stevens. También dio clases en el Instituto de Estudios Avanzados en la Universidad de Princeton.

Después de que terminó el lapso de profesora invitada, se le renovó la invitación en el Bryn Mawr College, sin embargo, en abril de 1935 se sometió a una cirugía para extraer un tumor uterino, pero debido a una infección posoperatoria falleció el día 14 de ese mes. Tenía 53 años.
Emmy estaba tan dotada para las matemáticas, que su padre, Max Noether, profesor der matemáticas en la Universidad de Erlangen, era más conocido como “el papá de Emmy Noether”.

Chien-Shiung Wu, una giganta de la física

En 1975 el gobierno de Estados Unidos otorgó a Chien-Shiung Wu la Medalla Nacional de Ciencia por un experimento con el que demostró que una ley de la física estaba equivocada.
Nacida en Liu Ho, China, en 1912, Chien-Shiung Wu creció en Liuhe, en la región de Jiangsu. En 1934, después de terminar la preparatoria de la Universidad Central Nacional en Nanking, la joven Wu viajó a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de California en Berkeley, en la cual obtuvo su doctorado en física.

Fue profesora en la Universidad de Princeton y poco después, en 1944, aceptó un puesto en la División de Investigación para la Guerra en la Universidad de Columbia. Se unió al Proyecto Manhattan, el laboratorio secreto del ejército de Estados Unidos para desarrollar la bomba atómica, en el que participó en la investigación sobre el enriquecimiento del uranio.
Después de la guerra, Wu permaneció en la Universidad de Columbia en la que se convirtió en una experta en la desintegración beta radiactiva y fue considerada como una excepcional física experimental.

A mediados de la década de 1950 la buscaron dos físicos teóricos, Tsung-Dao Lee, de la Universidad de Columbia, y Chen Ning Yang, del Instituto de Estudios Avanzados, de la Universidad de Princeton, para que resolviera el problema de la ley de la conservación de la paridad, que establece que la naturaleza no diferencia entre izquierda y derecha y no permanece en las reacciones nucleares débiles. Los físicos pidieron a Wu que hiciera un experimento que probara sus hipótesis.

En el experimento de Wu ocurría la desintegración beta del cobalto 60, un isótopo muy radiactivo del cobalto y que emite electrones. Wu puso cobalto 60 en un campo magnético muy intenso y observó qué pasaba cuando el núcleo se desintegraba. Según la ley de la conservación de la paridad, se esperaba que emitiera la misma cantidad de electrones hacia el norte como al sur del campo magnético. Si ocurría esto, la paridad se conserva, pero Wu encontró que más partículas iban al sur del campo magnético que al norte.

El experimento confirmó que la ley de la conservación de la paridad no era válida. Por este experimento, Lee y Yang recibieron el Premio Nobel de Física en 1957.
Otra vez, por el trabajo de una científica, otros investigadores recibieron un premio Nobel.
La historiadora de la ciencia, Pnina Abir-Am, de la Universidad de Brandeis, en Waltham, Massachusetts, considera que en la indignante decisión del comité Nobel de no considerar a Wu para el premio, además de ser una decisión de género también incluyó su origen chino.

Gracias a sus numerosos logros en la física, en 1974 se convirtió en la primera mujer en presidir la Sociedad Estadounidense de Física, y en 1975 el gobierno de Estados Unidos reconoció sus logros en la física experimental y le otorgó la Medalla Nacional de Ciencia “por su ingenioso experimento que llevó a una nueva y sorprendente comprensión de la desintegración del núcleo radioactivo”. Ese mismo año también recibió el Premio Wolf en Física de la Fundación Wolf en Israel.

La doctora Chien-Shiung Wu se retiró de la Universidad de Columbia en 1981, pero siguió siendo muy influyente en la comunidad de la física. Murió en 1997 de una apoplejía.

Esther Lederberg y el descubrimiento del bacteriófago lambda

En 1958 el Premio Nobel de Fisiología o Medicina se otorgó a Joshua Lederberg, que compartió con George Wells Beadle y con Edward L. Tatum, “por el descubrimiento del papel de los genes en la regulación de las rutas bioquímicas celulares”. Pero detrás del premio estaban los descubrimientos de Esther Lederberg, esposa de Joshua.

Esther Miriam Zimmer Geller nació el 18 de diciembre de 1922 en el Bronx, Nueva York. Al terminar la preparatoria recibió una beca para estudiar bioquímica en el Hunter College, en Nueva York, donde se graduó en 1942. Contra la opinión de sus profesores –quienes estaban convencidos de que la ciencia, excepto la botánica, no ofrecía muchas oportunidades a las mujeres– decidió estudiar bioquímica.

En 1944 obtuvo una beca de la Universidad de Stanford como auxiliar de George Wells Beadle. Durante su estancia en Stanford también colaboró con Edward L. Tatum, de la Universidad de Yale. Ahí estudió su maestría en genética bacteriana, que terminó en 1946.
Ese mismo año se casó con Joshua Lederberg y comenzó su doctorado en la Universidad de Wisconsin. Su tesis doctoral fue sobre el control genético de mutabilidad en Escherichia coli, bacteria común en humanos. Por su parte, Joshua Lederberg ocupó un puesto de profesor asociado en la misma universidad.

El año de 1950 fue muy importante para Esther ahora Lederberg porque ese año terminó su doctorado con su tesis sobre la genética bacteriana y aisló por primera vez al bacteriófago lambda, un virus de ADN, en Escherichia coli K-12.
Descubrió que este virus en lugar de reproducirse rápidamente en la célula infectada y matarla integra su material genético en el de la bacteria y lo transmite de una generación bacteriana a otra sin dañar a la célula.

La facilidad con la que crece este bacteriófago, su condición de virus no patógeno (excepto para la bacteria), la facilidad con la que se manipula y el conocimiento que se tenía sobre E. coli hicieron que se le considerara como modelo para el estudio de otros virus con comportamiento semejante.

El artículo en el que se describe la investigación fue publicado en 1952. Estaba firmado por los esposos Lederberg, y aunque las ideas y la investigación habían sido de Esther, como primer autor del artículo apareció el nombre de Joshua, y a él se atribuyeron los méritos de la investigación, y le dieron el Nobel.

En su conferencia del 11 de diciembre de 1958, en la entrega de los premios, Edward Tatum tuvo unas palabras para ella: “También es de interés que la señorita Esther Zimmer, quien más tarde se convirtió en Esther Lederberg, haya colaborado en la producción y aislamiento de estas cepas mutantes”.

Eso fue todo el reconocimiento a una investigación de años: Una nota al pie de página. Una vez más la historia se repetía.La doctora Lederberg murió el 11 de noviembre de 2006 en Stanford, California.

Susan Jocelyn Bell Burnell, descubridora de los pulsares

Susan Jocelyn Bell Burnell es la astrofísica británica que descubrió el primer pulsar conocido. Nació el 15 de julio de 1943, y a los 24 años, en 1967, mientras estudiaba su doctorado en astrofísica en la Universidad de Cambridge, descubrió las radioseñales de ese primer pulsar.

Al analizar casi 30 metros de información impresa de computadora, Jocelyn observó una anomalía en una gráfica perdida entre los datos. Su estudio de esta anomalía llevó a uno de los logros más importantes de la astronomía del siglo XX: el descubrimiento de los pulsares, densos núcleos remanentes de estrellas colapsadas, que cambió la forma de ver el Universo.

Como las señales eran muy regulares y de muy corta duración, Jocelyn y su tutor, Anthony Hewish, pensaron que eran señales de una civilización extraterrestre con la que habían establecido contacto, por lo que de broma llamaron LGM (Little Green Men).a su fuente de señales de radio. Pero poco después descubrieron otros tres pulsares que emitían ondas de radio a diferentes frecuencias.

Por estos descubrimientos, en 1974 se otorgó el premio Nobel de Física a Anthony Hewish y a Martin Ryle. Aunque varios científicos protestaron porque no se le haya dado el premio también a ella, Jocelyn sostenía que el premio estuvo bien otorgado dada su condición de estudiante en el momento del descubrimiento.

Aunque los suecos le escamotearon el premio Nobel, en 1999 fue nombrada Comandante de la Orden del imperio Británico. De 2002 a 2004 fue presidente de la Real Sociedad Astronómica y en 2003 se convirtió en miembro de la Real Sociedad. En 2007 la condecoraron como Dame del Imperio Británico, título equivalente al de Sir, y al año siguiente fue elegida para presidir el Instituto de Física del Reino Unido, un cargo otorgado por primera vez a una mujer.

“El pulsar, o radiopulsar, es una especie de faro”, explicó Jocelyn Bell en 1999. “Es un cuerpo celeste extraordinariamente compacto que gira sobre sí mismo mientras emite ondas de radio. Un pulsar es el resultado de la explosión de una estrella cuyo tamaño es diez veces el tamaño de nuestro Sol. Hemos calculado que un pulsar con unos diez kilómetros de radio tiene una masa de unos mil cuatrillones de toneladas”.

El Nobel de arquitectura a dos arquitectas irlandesas

Dentro de los premios Nobel no está considerada la arquitectura, así que no hay un Nobel para esta actividad, sin embargo, desde 1979 se entrega un premio muy prestigioso a los mejores arquitectos del mundo, hombres y mujeres. Se trata de The Pritzker Architecture Prize, considerado el Nobel en Arquitectura.

Desde que se entregó por primera vez en 1979, y hasta 2019, se habían entregado sólo tres a mujeres, pero tuvieron que pasar 25 años para que se entregara el premio a una arquitecta. En 2004 fue otorgado a la iraquí Zaha Hadid. En 2010, la japonesa Kazuyo Sejima compartió el premio con su compatriota Ryue Nishisawa, y en 2017 Carme Pigem, catalana de Girona, lo compartió con sus paisanos Rafael Aranda y Ramón Vilalta.

Este año dos arquitectas irlandesas, Shelley McNamara e Yvonne Farrell, fueron galardonadas con el premio.

Por cierto, el arquitecto mexicano Luis Barragán recibió The Pritzker Architecture Prize en 1980, en la segunda ocasión en que se entregaba.

La mirada de la mujer en la ciencia

“Dentro de la epistemología feminista se enfatiza que las personas que generamos conocimiento tenemos género, el cual influye en las preguntas que nos hacemos”, dice la investigadora universitaria.
“Tenemos una posición distinta que nos hace ver distinto el mundo, nos hace preguntamos cosas distintas, y eso ha cambiado muchísimo el contenido del conocimiento”.

En relación con el movimiento feminista “tenemos que escuchar a las jóvenes que están organizando el movimiento, que son una nueva generación, empatizar con ellas, saber qué proponen, cuáles son sus malestares para ver cómo podemos apoyar, acompañar y resolver. Yo creo que es histórico”, finalizó la académica universitaria.

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