La investigación a bordo de un laboratorio flotante…

El objetivo del viaje fue apoyar la elaboración de estudios sobre los efectos que podría causar el fenómeno de El Niño en México

Son los dorados más intensos sobre el azul oceánico del Pacífico mexicano, nunca antes atestiguados por ellas y él: seis estudiantes de la Escuela Nacional de Ciencias de la Tierra (ENCiT) embarcados, entre eslora y manga (a lo largo y ancho), en el buque oceanográfico El Puma de la UNAM, para coadyuvar en estudios sobre los efectos que puede resentir México por el fenómeno de El Niño: Oscilación del Sur (ENSO, por sus siglas en inglés).

Se trata de Julia Villalba Santos del Prado, Josune Goenaga Tassier, María Fernanda Monzón Salazar, Aurora Guadalupe Carreola Silva, Isabel Moreno Perdomo y Jesús Alexis Sánchez Banderas, todos de octavo semestre de las áreas de ciencias acuáticas y ciencias ambientales de la licenciatura en Ciencias de la Tierra.

Ninguna actividad es sencilla sin conocimiento previo: medir y monitorear gases de efecto invernadero, microplásticos, biología molecular, microbios, plancton, así como productividad primaria y nutrientes en el océano.

El robusto Puma metálico zarpó del puerto de Mazatlán, Sinaloa, “y durante una semana estuvimos en el barco haciendo investigación científica, del jueves 25 de enero al viernes 2 de febrero. Fuimos ayudantes de investigadoras y tomamos muestras de agua a diferentes profundidades para estudiar sus propiedades fisicoquímicas en los laboratorios que están equipados dentro del buque. Vivimos una semana inigualable y esperemos que en algún momento se pueda repetir”, sonrió Julia Villalba Santos del Prado.

Tenemos mucha demanda para entrar a los cursos, no podemos aceptar a todos; sólo uno de cada tres accede, a través de una selección estrictamente académica”

“Fuimos a colaborar y a aprender. El objeto de la campaña era indagar el efecto del fenómeno El Niño en el Pacífico mexicano a partir de investigaciones fisicoquímicas, en las que se medían oxígeno disuelto de las muestras de agua, nutrientes, clorofila, volátiles disueltos como metano y dióxido de carbono. Con base en esos resultados, que ahora los investigadores estarán trabajando, se busca entender más un fenómeno que actualmente tiene muchas interrogantes.”

Josune Goenaga Tassier describió la cotidianeidad en tierra no firme: “El día se dividía en general en cuatro horas de trabajo por ocho de descanso. Te podía tocar la guardia de 0 a 4, de 4 a 8 o de 20 a 24 horas. Te vestías y te preparabas para ir a cubierta: zapato cerrado con casquillo en laboratorio y en cubierta; pantalón completo, nada de shorts, ni camiseta de tirantes. Bajabas un sensor que te marcaba el perfil de temperatura, oxígeno y clorofila, para que tú determinaras después qué profundidad te interesaba, y de ahí sacábamos una muestra cada equis tiempo. Esto no sólo nos acercó a ver la problemática que estamos viviendo, sino también a entenderla”.

María Fernanda Monzón Salazar, terció: “Fue de mucho conocimiento. Compartíamos las jornadas con investigadores de trayectoria gigante, y obviamente con muchos años de experiencia. Usamos los instrumentos, manejamos las muestras a bordo de un laboratorio vivo, porque es muy distinto tenerlas aquí en Ciudad de México a saber que las acabas de recolectar en lo profundo del océano Pacífico”.

Por todo eso comentó Jesús Alexis Sánchez Banderas: “Es de híper y de suma importancia seguir con este tipo de estudios, y a raíz de la investigación continuar incentivando a más estudiantes de la carrera y de licenciaturas afines para que profundicen en estos ámbitos. Estar informados es una de las mejores formas de ayudar al planeta, te cambia la perspectiva y los paradigmas son completamente distintos. Por eso es importante apoyar más a la ciencia, tanto a nivel de limnología como oceanografía”.

Fotos: cortesía de los alumnos.

“Sólo ves agua”

Aurora Guadalupe Carreola Silva se preparó para el vértigo ininterrumpido. “Soy una persona que se marea en la carretera y temía ponerme mal en la travesía. Me di cuenta que no fue el único reto: me sentía lejos de casa. En el buque te asomabas por tu ventana y sólo veías agua, todo el tiempo agua; era como estar en un juego mecánico del que no te puedes bajar nunca, y vas a estar ahí los próximos ocho días”.

No obstante tras la aclimatación, la universitaria consideró irrepetible la experiencia científica y personal: “Después de que se te pasa el mareo es increíble. Lo que estás haciendo es lo que te gusta. Me tocó medir metano, y ayudar a los chicos de nutrientes con la clorofila. Entonces, si tenías tiempo libre, ibas y ayudabas a otros; fue aprender a trabajar en equipo, no vernos como algo individual, sino ser parte de un todo”.

Para Isabel Moreno Perdomo, el abordaje le generó emociones encontradas: “Los miedos se disiparon al estar ahí, se necesita mucha claridad mental, pero ayuda que es un ambiente muy agradable para desarrollarte, y todo lo que habíamos visto durante la carrera tuvo una aplicación durante esta campaña. Fue como un parteaguas entre lo que estaba haciendo antes de subir al buque y después. Mi línea de investigación está muy enfocada en esta experiencia y estoy muy agradecida”.

Al preguntarles si esta experiencia les había cambiado la vida, fueron variadas sus respuestas. Para Aurora, “estar en medio del mar y ver las estrellas, los animales, fue increíble, porque me sentí parte de un todo”; Julia valoró “el conocimiento aprendido y los paisajes hermosos”; Fernanda consideró que “estar ahí fue un sueño”; a Josune le “dio chance de soñar con un futuro”; para Jesús fue “un parteaguas tanto en mi vida personal como académica”… Y a Isabel “conocer la inmensidad del planeta me ayudó a entender cómo mejorarlo…”

Finalmente, Patricia Valdespino Castillo, del Laboratorio de Biogeoquímica Acuática del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, constató que los estudiantes a bordo eran alumnos avanzados, sobresalientes. “Tenemos mucha demanda para entrar a los cursos, no podemos aceptar a todos; sólo uno de cada tres accede, a través de una selección estrictamente académica, además de situaciones deseables para un crucero, como la responsabilidad de acuerdo con los retos que requiere estar en un ambiente confinado como es un crucero”.

No es sólo una experiencia vivencial. “La UNAM ha respondido de forma inmediata con gran compromiso social individual y colectivo a una necesidad del país: entender lo que viene con el fenómeno de El Niño. Teníamos el contacto de estos jóvenes brillantes y fueron absolutamente responsables”, finalizó.

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