Abril de 1787: Beethoven conoce a Mozart en Viena

Cuando lo escuchó improvisar al teclado, el genio salzburguez quedó profundamente impresionado por su capacidad interpretativa y creativa

A la muerte del elector Maximilian Friedrich, un melómano lo sucedió: Maximilian Franz. Poco tiempo después, Beethoven fue contratado como músico de la corte de Bonn.

De ese periodo son sus tres Cuartetos para piano –en mi bemol mayor, re mayor y do mayor–, en los que, tomando como modelo distintas sonatas para violín y piano de Mozart, Beethoven demuestra un marcado avance compositivo con respecto a sus obras anteriores.

En ellos se anuncia, de acuerdo con Swafford, “otro de los rasgos que definirán el arte de Beethoven a lo largo de su vida: llevarlo todo al límite, volver propios sus modelos en parte haciendo de cada elemento algo más. Los niveles de volumen son a la vez más altos y más bajos que los de sus modelos, todo es más intenso, más conmovedor, más impulsivo y dramático, más individual, más extenso y pesado, con contrastes más acusados y mayor virtuosismo.”

Su trabajo en la corte de Bonn mantenía muy ocupado a Beethoven: hacía música en la capilla y el teatro, daba lecciones de klavier a los hijos de los nobles y de los funcionarios, tocaba en conjuntos de cámara y como solista con la orquesta…

También era más sociable y contaba con un mayor número de amigos. Sin embargo, no dejaba de añorar la soledad para dedicarse a componer o dar largos paseos a orillas del río Rin.

Maximilian Franz sabía perfectamente que Beethoven poseía un talento fuera de serie. Por eso decidió enviarlo a Viena. Así, el 20 de marzo de 1787, luego de despedirse de su madre enferma, de su padre y de sus hermanos, Beethoven emprendió en solitario su primer viaje a la capital europea de la música, a donde llegó el 7 de abril.

Al cabo de unos días fue conducido ante Mozart, quien acababa de regresar de Praga, ciudad donde lo adoraban y donde recién había estrenado su Sinfonía número 38, en re mayor, Köechel 504, “Praga”.

En un primer momento, Beethoven tocó algunas piezas de su autoría, pero el genio salzburguez se mostró frío e impasible frente a aquel adolescente de gesto huraño.

A continuación, Beethoven le mostró a Mozart sus tres cuartetos para piano. Mozart quedó complacido. Finalmente, Beethoven le pidió a éste que le obsequiara un tema sobre el cual pudiera improvisar. Mozart accedió.

Una vez que escuchó sus improvisaciones, Mozart quedó profundamente impresionado por la capacidad interpretativa y creativa de Beethoven. Salió de aquel salón de música y, de acuerdo con la leyenda que perdura hasta nuestros días, dijo a los que estaban ahí presentes: “Prestadle atención porque algún día dará de qué hablar al mundo.”